Calles de verano

Los niños dejan la escuela y las calles de mi barrio vuelven a iluminarse con un sol que parecía no querer volver. En la frutería de la esquina, las cerezas están de rebajas y los chinos siguen sin cerrar nunca. Es lo único que me recibe con luz cuando llego a esta casa tan vacía y con tantas cosas en el medio de mi vida. A esa hora en la que, en el metro o en las ventanas, sólo me cruzo con sombras y el aire pesado del verano en Madrid se me adosa a la piel, para que sólo me evapore a ratos.
Las noches de verano siempre se respiran diferente. Soy capaz de abrir la puerta, abrir la ventana, abrir los ojos y asomarme a la madrugada con una cerveza en las manos. Y el oxígeno se reconvierte en partículas sin recuerdo y se adhiere a la música del momento, pintando la noche de colores adecuados, de notas sin discordancia. Con sonrisas que no pierden pie al borde de la medianoche. Me encantan las noches de verano y había olvidado su olor a fuerza de no vivirlas. Cuando el cuerpo te pide asomarte al abismo y escupirle que el silencio no volverá a pillarte sin voz, con la garganta seca.
Cuando quieres decirle a su ausencia que no te vencerá. No esta noche.
Sonando: “Calles de Madrid” de Quique González
La foto es de charmille
2 comments:
Que bueno es encontrarse a uno mismo, descubrirse como a un viejo amigo tras un largo tiempo sin verse, y poder hacerlo así como lo escribes, en una noche de verano...
otro ritmo, más pausado, menos de supervivencia, un tiempo para la nostalgia y una leve esperanza palpitando al fondo...
verano en madrid...
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