Shibuya
24 ene 2012Ahora, ante esta habitación, mi habitación vacía vuelvo a tener constancia del eco interior. Los latidos reverberan en una cavidad en la que se confunde el relevo del verano con el arranque del invierno. Los sonidos se mezclan, se agarran a las paredes e intentan abullonarse para vestir de largo las telarañas. Y como siempre, cuando el silencio aparece, ya no queda nada.
Y vuelvo a pensar, aquí donde se cimenta el vacío, que la confianza es un sistema de vasos comunicantes y cuanto más crees en ti, menos crees en los demás. Así que ahora que nada espero más allá del ras de suelo me encuentro con que a mi alrededor el desierto engulle los segunderos y el aire se convierte en mercurio, denso y brillante, y solo quedo yo. Y por primera vez en años, no siento miedo.