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¿Y a ti aún te cuentan cuentos?

 

Shibuya

24 ene 2012


Odio las habitaciones vacías, las que fueron mías, en las que crecí un poco. No puedo evitar concentrarme en las paredes, ahora blancas, diluyéndose como leche mal fermentada sobre los zócalos mudos, conteniendo el aliento, ahogando el silencio del que tanto tiene que callar.  Paseo por las esquinas, oscuras, con la tenue iluminación del abismo columpiándose en un ayer que nunca llegó a ser, que jamás supo traer la luz oportuna, la necesaria. Las bombillas desnudas nunca llegaron a lamer los rincones más allá de la capa superficial de polvo, donde todo terminaba por pudrirse mientras yo me dedicaba al estúpido oficio de amaestrar los espejos.

Ahora, ante esta habitación, mi habitación vacía vuelvo a tener constancia del eco interior. Los latidos reverberan en una cavidad en la que se confunde el relevo del verano con el arranque del invierno. Los sonidos se mezclan, se agarran a las paredes e intentan abullonarse para vestir de largo las telarañas. Y como siempre, cuando el silencio aparece, ya no queda nada.


Y vuelvo a pensar, aquí donde se cimenta el vacío,
 que la confianza es un sistema de vasos comunicantes y cuanto más crees en ti, menos crees en los demás. Así que ahora que nada espero más allá del ras de suelo me encuentro con que a mi alrededor el desierto engulle los segunderos y el aire se convierte en mercurio, denso y brillante, y solo quedo yo. Y por primera vez en años, no siento miedo.
Sonando: "Las noches de insomnio" de Niños mutantes.
La foto es de herrolm

Contigo

9 ene 2012



"No, no quiero que me necesites". Tú frunces el ceño como si esas 6 palabras fueran un ataque directo a tu línea de flotación y quisiera hendirte la sal en todas las llagas. Estudias mi gesto y veo como se dibuja en tus pupilas la incertidumbre de la verdad revelada. Lo sabes pero no quieres saberlo. Y vuelves a desviar la mirada ante el desconocimiento de qué hacer con todas las canciones de amor, las películas de sobremesa o los poemas más versados.   


No quiero que me necesites ni que me jures que no podrías vivir ni un instante más sin mí. No quiero ataduras más allá de la inmovilidad traviesa entre las sábanas ni que me repitas cada día, como un mantra, que me quieres hasta que la costumbre devore las palabras y las deje agonizar en la cuneta. Sabes que yo solo pronuncio esas 8 letras cuando me explotan en los carrillos y se me derraman por la comisura de los labios. Sabes que reniego de lugares comunes, del diminutivo imperfecto, de pertenencias. Y aunque creo que sería capaz de acostumbrarme a amanecer con tu olor en mi piel y enzarzada entre tus brazos, habrá noches en que no sepa construirme en plurales. Habrá noche que ni siquiera crea en ellos. 

Por eso prefiero, simplemente, que elijas venir conmigo en esta noche obtusa. Que me beses sin traer las alforjas rebosantes de palabras que, aunque lo intenten, siempre demuestran menos que ese gesto que tratas de ocultar. Cuantas más letras, más fácil es que alguna no sea cierta. Así que solo cierra los ojos y ven. Tú, solo tú. Y yo, solo yo. 


Porque hoy
solo quiero estar un rato más contigo.    

Sonando: “Contigo” de Joaquín Sabina y “Seguramente me lo merezco” de Tulsa
La foto es de xapaburu
 
   

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