Tramoyista
24 mar 2012- No puedo salvarte
- No puedo salvarte.
¿Y a ti aún te cuentan cuentos? |
Tramoyista24 mar 2012- No puedo salvarte
Le
miró, viéndole completo por primera vez. Apartando aquél enorme
telón que él había erigido entre todo lo que era y todo lo que
aparentaba, lo que escondía. Ella lo había sabido desde el
principio o quizás un poco después. Sí, fue un poco después, la
noche de su primer beso, antes de doblar la esquina. Cuando descubrió
aquél gesto casi invisible, un movimiento leve, como si agitase el
terciopelo granate de su escondite y se ocultase con él,
disfrazándose un poco.
Más
tarde descubrió que vivía siempre disfrazado, que rara vez cruzaba
la linea. Si acaso asomaba por aquí un brazo, por allá un pie pero
jamás pudo ver con sus propios ojos más allá de una desnudez
física con la que también se cubría. Ella intuía qué había más
allá, silabeaba palabras que, sibilinas, devolvían más que lo que
disparaban. Observaba. Recordaba. Así llegó a aprenderse los
ribetes de todas sus figuras, las que se dibujaban a contraluz,
acariciando el terciopelo de sus límites. Le miraba y sabía cuanto
podía ver de la realidad. No intentaba buscar el mecanismo que
deshiciese el telón y así encontró el laberinto que le hacía
sacar determinadas partes de sí mismo, ocultando otras según el
momento. Quizás solo llegó a comprenderlo.
Aquél
día ella lo vio todo. No tuvo ni que apartar el telón, conocía ya,
milímetro a milímetro, lo que había detrás. Lo había sabido
desde el principio o quizás un poco después. Sí, fue un poco
después, una noche entre andamios, cuando le dijo que no podría
vivir entre dos mundos y ella supo que era su única espectadora.
- No puedo salvarte.
Pero
ya no quedaba nadie a este lado del escenario.
Sonando : "Eme" de Leiva
La foto es de gui.tavares Mi abuela favorita6 mar 2012
Mi
abuela favorita me dijo un día que todo el que puede te defrauda
alguna vez. Me pasó la mano por el pelo ensortijado y me explicó
que lo importante no es el hecho de que te decepcionen sino la
manera, el empeño en reparar el agravio y, sobre todo, la forma en
que esa mácula se acoda, más o menos, en tus pupilas, cambiando las
cosas.
Mi
abuela favorita cumplió lo dicho. Se olvidó de mí cuando el
alzheimer decidió hacer recuento, uno a uno, de todos sus recuerdos.
Y no solo eso; se marchó la primera, obligándome a llorarla lejos
de casa, donde jugábamos a la escoba y me acunaba siempre con esas
manos que olían a leche y azúcar. Antes de irse, matizó la
enseñanza esperando a que estuviese lista para atesorarla. Cuando lo
necesitas -me dijo- siempre hay alguien que no esperas que estará a
tu lado. Será una grata sorpresa que contará también con una
sombra porque alguien no responderá y su ausencia magullará tanto
la garganta que ese vacío terminará por ser más importante que
todas las presencias.
Mi abuela favorita siempre terminaba por tener razón y yo heredé esa manía de ella.
Así que lo supe desde el principio. Aunque a veces tentase a mi
propia experiencia jugando a creer que las cosas no iban a ser como
han acabado siendo. Aunque a veces te creyese a ti. Demostraste que
los refranes se cumplen, que mi abuela jamás se equivocó y que yo
tampoco lo hice. Demostraste que ya no queda quien pueda sorprenderme
con un paso a traspié que me arranque una sonrisa; que las palabras
no valen nada. Tú solo cumpliste letra a letra lo que se esperaba de
ti.
“Yo
al bucle de tu olvido, tú al redil de mis instintos”
Sonando:
“Maldita dulzura” de Vetusta Morla.
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