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¿Y a ti aún te cuentan cuentos?

 

Huida (sangre y lágrimas)

Sabía que podría sonreír y lo sabía porque su intuición le decía que hubo un tiempo en el que no dejaba de hacerlo. Ahora estaba sentada en la cama del hospital con las piernas cruzadas, observándose los tobillos desnudos, mirándolos con detenimiento como si en ellos pudiera leer lo que pasaría con su vida a partir de ese momento. No quería volver atrás, no quería sentir la tirantez de sus cicatrices, solo que el tiempo pasase, suavemente, meciéndose en cada uno de sus rizos. Volvió a pasear con sus dedos por el perfil de sus piernas, imaginando que se trataban de caminantes en la búsqueda de un sueño perdido, escondido en los acantilados de detrás de sus rodillas. Le gustó la idea y comenzó a pensar que ella misma se encontraba en esa indagación, explorando su propia vida de la que sólo era capaz de recordar unos instantes.

La repetición incesante del bucle temporal que la llevó a esa habitación de hospital. De nuevo ese nudo que le atenaza la garganta, de nuevo esa neblina ligera que turbaba su mirada amenazando con desbordarse sobre sus mejillas, de nuevo la oscuridad. No quería recordar pero sus propios pensamientos la boicoteaban y la empujaban hacia atrás transportándola al momento en el que, lo que fue vida, se quebró con un estrépito de cristales rotos.

Cristales rotos fue lo que descubrió a su alrededor cuando consiguió levantar el peso de sus párpados, apenas podía mover la cabeza y su voz no le respondía. Quiso gritar, buscar una respuesta dentro de aquél coche que olía a muerte y desesperación pero en ese preciso instante supo que su clamor sordo no obtendría contestación alguna. Los ojos vacíos de su madre la miraban desde el asiento delantero y un hilo de sangre recorría su mejilla en diagonal hasta besar sus labios, se bebía su propia vida. Quiso moverse, huir de esa mirada marina, pero se sentía tan atrapada en ellos como entre los restos del vehículo. Dio un fuerte tirón y consiguió liberar los brazos, sintiendo como su propia carne se desgarraba, pero la angustia le obstruía el camino vertiginoso hacia el dolor, sólo quería salir de allí. Huir. Abrió la puerta trasera del coche, y al hacerlo, le golpeó una ráfaga de viento helado que le cortó las mejillas y le escarchó las lágrimas en los pómulos. Le sabía la boca a metal y sal. Sangre y lágrimas. No alcanzaba a explicarse porque le costaba respirar, como si en vez de aire, sus pulmones captaran mercurio, pesado y denso. Se descubrió a si misma tirando con saña del muslo, intentando rescatar la pierna, ensangrentándose la ropa, ignorando sus heridas y su propio dolor. En un último intento, consiguió soltar su tobillo derecho y se dejó caer al suelo empedrado reptando lejos de allí.

No es capaz de recordar exactamente en que momento perdió el conocimiento, nadie era capaz de explicarse cómo alguien con la gravedad de sus heridas había conseguido arrastrarse tan lejos del coche. Nadie preguntó tampoco el porque de esa huida desesperada. Y, sobre todo, nadie fue capaz de responder nunca el porque de esa huida, sabiendo como sabía, que su madre aún estaba viva. Nadie. Ni siquiera ella.
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At 10:33 a. m., Blogger d said...

Ostras!!!!. Qué buenas palabras y qué bien las has mezclado.    



At 3:15 p. m., Blogger Para, creo que voy a vomitar said...

Qué historia más dura (brutal lo de beberse su propia vida). El final le pone la puntilla a estas palabras teñidas de sangre y sentimientos. Uff...    



At 12:45 a. m., Anonymous Anónimo said...

Vaya historia más inquietante. A ver si no te voy a poder leer ahora antes de ir a dormir, no sea que me desvele el recuerdo de tus relatos. Pero éste, aunque duro, me ha parecido bonito. Un beso.    



At 2:01 a. m., Blogger Raul said...

Joder, gracias por la dosis de angustia...

Creo que lo has hecho muy bien, aunque me acabes de amargar.

No puedo decir precioso, desde luego, pero, sin ninguna duda, consigues lo que pretendes.    



At 9:49 p. m., Blogger el_hombre_que said...

tu capacidad para anudarme los nervios al ombligo aún me sigue sorprendiendo. jo (a pesar de ser una maravilla de texto)    



At 7:07 p. m., Blogger alZhu said...

Qué bien lo has descrito. Me has angustiado.

Abrazos    



At 3:28 p. m., Blogger E said...

Hablamos de huidas cuando nos rodean los encuentros. Es magistral. Increíble.

Tengo el lunes nublado atrapado entre la sonrisa y el esternón.

Un abrazo fuerte.    



At 11:18 p. m., Blogger Unknown said...

una pena a ver desaparecido estos días y perderme estas cosas que cuentas, pero ya estoy de vuelta leyéndoos... la mujer del metro, sigue viva, uno se debe alegrar de eso? uno debe hacerse ese tipo de preguntas?    



At 12:59 a. m., Blogger Elena -sin h- said...

d... jo, gracias!

Para... tuve escalofríos solo escribiéndola

Lehendakari... Uuuuhhh (onomatopeya de un susto ;)

Nadie... Jo, siento haberte angustiado aunque me alegro de que te guste...

Mamen somar... me encanta como lo has descrito :)

el hombre que... seguiremos trabajando en ello :)

alzhu... gracias :) aunque siento haberte angustiado ;) Un abrazo

Maga... siempre es más fácil hablar de lo que nos es ajeno no? :) estoy segura de que pronto llegarán rayos de sol en manos abiertas. Un abrazo tranquilo :)

Mencia... Al huir podemos dejar atrás algo realmente importante o salvar la vida...

efesor... debes alegrarte sin duda alguna y no, la verdad es que no deberíamos hacernos ese tipo de preguntas... me asusta...    



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