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¿Y a ti aún te cuentan cuentos?

 

De mayor quiero ser...

Comencé a intuirte el día que tendiste entre las líneas la posibilidad de degustar mis mordiscos de amenaza al acercarte, peligrosamente, a la cueva de mi ombligo y para cuando quise darme cuenta nos encontramos desafiando al frío (casi) sin el abrigo de los portales. Un reto en la puerta del ascensor y un bis que se nos ocurrió la madrugada de un lunes de diciembre, el que para mí siempre será uno de tus domingos de cielo. Hechizamos los puntos intermedios entre trenes de ida y vuelta para poder descubrir lo bien que se duerme escuchándote latir un cuento. Y con conversaciones entre las sábanas decidimos añadir chocolate (70% cacao y con almendras) a esta locomotora devora-kilómetros que tiene ganas de conocer aún más andenes. Te me has ido, poco a poco, dibujando entre los dedos, retratando en mis caderas, tatuándote en el tuétano… tanto que ahora se me hace difícil mirarme sin verte. Supongo que abrir los ojos significa echarte de menos.

Empezaste a recorrerme los contornos, justo cuando me desdibujaba diluida entre las horas, para devolverme la fe que nunca tuve y la sonrisa que llevaba demasiado tiempo presa entre las ruinas. Y me has ido ayudando en la reconstrucción, sellando las grietas con manos calientes y devolviéndome, poco a poco, el olor a sal que produce la felicidad cuando te la cruzas por las mañanas en el pasillo. Así que un gracias que no se agote, susurrado bajito en cada milímetro de tu espalda.

Este texto no es más especial que otros muchos que llevan tu estela pero hoy aquí sigue nublado porque tú no estás aún. Supongo que éste es mi conjuro para solear las horas sin ti, ya sabes que de pequeña siempre soñaba con convertirme en bruja. Así que estas líneas, como tantas otras con las que te he guiñado, son para ti. Al niño que (pausa) me ha enseñado que a veces se puede vivir en un sueño estando despierta.



De mayor quiero ser...

Estás trabajando sobre mi cama, revisando papeles para alguno de los informes que tienes que presentar y, mientras, yo escribo en cualquier espacio en blanco el tacto de tus dedos y tus besos de chocolate (casi) puro, pero tengo frío y busco el contacto con tu espina dorsal que se convierte, en tardes de invierno, en conductora de calor. Me tumbo a tu espalda mientras te susurro las cifras de empleo de las sirenas que se sumergen en tus ojos, esas que me cantan al oído cada noche para que me estrelle, sin remedio, en los acantilados de tu cuerpo, viendo el grado de embriaguez al que me someten, diría que están pluriempleadas y satisfechas con su trabajo bien hecho. Seguro que estudiaron cualquier carrera de ciencias. Te veo anotarlo, con esa letra como recorrida por hormigas que llena algunos de los libros de mi estantería y diferentes trayectos de mis arterias principales: Sirenas cantoras (y un poco embaucadoras): pleno empleo, observar posibilidades de expansión, y advierto que las has apuntado tras los pepitos grillos (relevante su 80% de ocupación a la hora de proclamar tu nombre en mis paredes azules las noches en las que mi cama se hace enorme) y las ancianas que utilizan sus husos, no para embrujar a bellas durmientes, si no para coserme las ganas de tu aliento en cada una de mis pestañas, para que no las pierda nunca de vista.
Noto como, al contacto con tu espalda, las letras se multiplican en mis dedos y eres tú quien escribe estas palabras copiándolas en mi piel. A falta de papel decido anotar versos en los balcones de tu cuello y nutrirlos con mi saliva a ver si hay suerte y un día nos nacen geranios. En el último verso siento como contienes el aire destilado de cerezas y te lo robo del cielo de la boca a cosquillas con mis labios. Te revuelves para evitar el delito buscando recuperar tu respiración directamente de mis pulmones, que se estremecen con el roce cuantioso de tus pestañas. Como venganza, me suspiras tu aliento en el ombligo, devolviéndome los retazos de vida que me dejé en el camino a tus manos y te correspondo haciendo lo propio, perdiéndome en el trayecto sinuoso de tu vientre. Compongo en tu silueta el puzzle de olas que surqué en espera de tu grito contenido y resurjo entre tus costillas pensando convertirme en caníbal de tus clavículas hundidas en mi pecho. Estoy segura de que de momento no me faltaría el trabajo, ya se sabe que hoy en día lo relacionado con la carne de perdices dispuestas en bandeja está muy solicitado.
Me cuentas las posibilidades de empleo mientras me escalas cada vértebra, estudiando los huecos en los que asegurar tus crampones, y trepas hasta mis caderas consiguiendo que se me alce la piel al rumor de tus muslos entre los míos. Ante la primera avalancha me convences de que serías un alpinista de elite. Entonces escucho el canto de tus sirenas hechiceras que, sujeta a tu cintura, me conducen sin tregua al estrecho de tus placeres hasta que te arrastro conmigo al naufragio, rindiéndonos entregados en la sonrisa del otro. Resolvemos que como piratas desde luego no tenemos ningún futuro.
Cuando recupero el resuello dulce de tu sabor en mi boca, vuelvo a tumbarme a tu espalda, tú trabajando y yo escribiendo, y, con los ojos cerrados, descubro, rehén de tu pelo, mi anhelada vocación. Sin duda alguna ya sé lo que quiero ser de mayor. Escucho tus latidos en los omoplatos y voy pidiendo con cada uno de ellos el deseo de ser tu siamesa.

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At 7:13 a. m., Blogger d said...

No es que sea más alegre, pero es genial. Qué suerte tiene alguien de ser tu siamés.    



At 8:53 a. m., Blogger Unknown said...

espero que tengas suerte con ese conjuro para solear tus horas en esa persona... que su espina dorsal convierta tus deseos en realidad...

qué suerte es madrugar y, antes de salir de casa, me cuentes este tipo de cuentos...    



At 9:21 a. m., Blogger el_hombre_que said...

"y si después de tanto tiempo no me amas / procederé contra ti judicialmente" (Raúl Vacas). Así que ya sabes, preciosa, te espera a la salida del tren una demanda (y seguramente una oferta :) )
Te odio profundamente...    



At 9:54 a. m., Blogger Para, creo que voy a vomitar said...

Cuanta delicadeza en tus palabras. Cada frase es una declaración de amor más grande que la anterior.
Dos cuerpos dan para mucho, lo acabas de demostrar en este sensual relato. Sin embargo, me quedo con esta frase del principio "Supongo que abrir los ojos significa echarte de menos", yo añadiría que cerrarlos también es echarle de menos :)

Un abrazo.    



At 5:06 p. m., Blogger Diego Gutiérrez said...

q sentida q eres ninia...    



At 5:09 p. m., Blogger Keko said...

...joder, fantástico    



At 6:18 p. m., Anonymous Anónimo said...

Que quedará de aquella niña que, llorando, me juraba que ya no era capaz de creer en el amor.
Nunca vi ojos a los que le sentaran tan bien las lágrimas pero hay que decir que las sonrisas y los rubores se engarzan aún mejor en mis recuerdos. Esa cara feliz que él te provoca es la mejor manera de verte.
Por que os sigais viendo en los ojos del otro. Definitivamente los hay con suerte ;)

Por cierto, es de lo más bonito que has escrito, especialmente la dedicatoria.    



At 10:54 p. m., Anonymous Anónimo said...

¿O sea que estás enamorada? :-) Cuidado, que entre siameses habrá amor fraternal, ¿no? Y tú creo que quieres otro tipo de amor... Un besote.    



At 12:25 a. m., Anonymous Anónimo said...

Me has puesto los pelos de punta :)    



At 1:08 a. m., Blogger Elena -sin h- said...

d... gracias! aunque creeme, la suerte es mía :)

efesor... crucemos los dedos :)

el hombre que... No creo que puedas demandarme y aún menos por eso... Esperaré tu oferta en el andén :) y si...yo tb te odio ;)

Para, creo que voy a vomitar... cerrar los ojos significa soñarle :)

Diego... me tomaré eso como un halago ;)

Keko... gracias!y muy bueno tu disco por cierto... :)

Natxo... :)

Ubu roi... gracias, gracias!

Lehendakari... fraternal lo que se dice fraternal... no es ;)

El novio de marta... me alegro :)    



At 8:40 a. m., Blogger Txe Peligro said...

muy lindo
saludos    



At 11:45 p. m., Blogger E said...

Es increíble. Lo siento si alguien se molesta, pero podrías haber dado tú la clase ; ) Claro que no podrá molestarse por nada, después de algo así.

Un beso más grande que tú y que yo, un beso por todos los días emocionantes que quedan en cafeterías abarrotadas, esperas de medias horas, carreteras secundarias y murallas a media luz.    



At 3:35 p. m., Blogger Sansara said...

Atiza. Y yo sin conocer esto. No volverá a suceder... ;)

Gracias por encontrarme y dejarme un rastro de migas de pan con que seguirte a tu vuelta.    



At 12:47 p. m., Blogger Elena -sin h- said...

Txe... gracias :)

Maga... Se molestará, se molestará, pero ya se nos ocurrirá otra para que se des-moleste ;) Un beso tan grande como cada rincón de la ciudad amarilla que nos quede por bañar con café (y mucha azúcar) ;)

Mamen somar... habrá que proseguir con la receta a ver que nuevos textos se nos cocinan entre las líneas... Raúl Vacas siempre podrá ayudarnos con sus consejos y sus confecciones.

Sansara... Gracias por acudir, la próxima ves prometo dejar pepitas de chocolate ;)    



At 1:13 a. m., Blogger Cle said...

Si los portales, los ascensores, las escaleras hablaran... ;)

Siento un intenso sabor a chocolate en la boca. Gracias por el delicioso plato lingüístico. Ójala nunca tornase en chocolate amargo.    



At 4:09 p. m., Blogger Gato negro said...

Sabores de miradas que se pierden en las sombras que crean los cuerpos alrededor de las velas blancas. Todo son figuras sin forma, amañadas por esos cuerpos que bailan canciones a golpe de latidos.
Agarra fuerte eso, y busca en cada segundo esas palabras que luego regalas.

GATO NEGRO    



At 2:27 a. m., Blogger Elena -sin h- said...

Cle... Siempre podremos añadirle azúcar

Gato negro... entrenaré las miradas para enlazar momentos en mi recuerdo, así no me faltarán nunca las palabras    



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