Hasta el nudillo
Seguía estando allí y seguía sonriendo. Como si el mundo se hubiese convertido de pronto en un gran helado de chocolate relleno de acordes de violín, como si todo fuese de repente un enorme algodón de azúcar. Y tú eres la mosca que, pegada dentro, agoniza rodeada de un mundo de color de rosa. No puedes hacer nada, solo mirarte las manos y rifarte, contando hasta trece, cual va a ser el siguiente ala que devorarás. Hasta el nudillo. Si pudieras arrasarías con los mordiscos hasta tragarte a puñados el corazón, pero eso salpicaría de sangre su sonrisa y es algo que nunca te perdonarías. Al fin y al cabo es feliz y eso es lo que importa, lo que realmente nos importa a todos.
Aunque aún eres capaz de anudarte en el fondo del estómago el poso de irrealidad y, por un momento, eres tú quien sujeta su mano, eres tú quien besa, eres tú quien duerme a su lado. Y lo que importa es su felicidad, aunque se te agolpan, en ese espacio del cerebro que aún le reservas, sus te quiero, vuestras carreras de la mano para no perder el tren, las noches en las que su sudor y el tuyo se mezclaban en gritos ahogados, el roce de su cuerpo en tu respiración cuando dormíais juntos y ese adiós que resultaba irrevocable. Tan irrevocable como tu mirada presa de su nuca al darse la vuelta, como una caída libre de obstáculos. Tan irrevocable como el trozo de corazón que te sangra en el bolsillo, no importa que te manche la camisa, aún sabiendo que si cedieses al tacto de tu piel serían sus huellas las que quedasen impresas con tu sangre. Pero ahora es feliz, eso es lo importante y tú, tú, eres alguien en quien confía.
Y tú sabes que confía en ti, que se dejaría arrastrar por los anclajes de tus mejillas al matadero en el que te sumergiste aún con vida, sin dudar, creyendo a ciegas en la firmeza de tus huellas. No dudaría de ti, no, porque eres una persona digna de su confianza, alguien que aplaude sus pasos alejándose aunque lapida los amaneceres en solitario con el recuerdo de sus párpados cerrados. Sabes que te dan igual las caídas libres con tal de que, al ver tus sesos esparcidos en el suelo debido al golpe, no se le empañe la sonrisa. Su sonrisa con azúcar sin diluir escociéndote en los costados. Su sonrisa asesina, porque es feliz y tu corazón acaba de fundirse debido al pedazo que se electrocutaba con la luminosidad de sus pupilas. Ya se sabe que el sol a veces ciega y tu coche puede acabar al fondo de un barranco debido al guiño.
Pero eso tampoco es relevante porque al fin y al cabo es feliz y eso es lo que importa, lo que realmente nos importa a todos, lo que realmente debería importarte a ti, claro, aún sabiendo que ella es feliz y tú no y que sería mucho menos doloroso estrellarte en tu coche a 200 km/h que la agonía de sus sonrisas felices clavándose de lleno en tus pupilas.
Aunque aún eres capaz de anudarte en el fondo del estómago el poso de irrealidad y, por un momento, eres tú quien sujeta su mano, eres tú quien besa, eres tú quien duerme a su lado. Y lo que importa es su felicidad, aunque se te agolpan, en ese espacio del cerebro que aún le reservas, sus te quiero, vuestras carreras de la mano para no perder el tren, las noches en las que su sudor y el tuyo se mezclaban en gritos ahogados, el roce de su cuerpo en tu respiración cuando dormíais juntos y ese adiós que resultaba irrevocable. Tan irrevocable como tu mirada presa de su nuca al darse la vuelta, como una caída libre de obstáculos. Tan irrevocable como el trozo de corazón que te sangra en el bolsillo, no importa que te manche la camisa, aún sabiendo que si cedieses al tacto de tu piel serían sus huellas las que quedasen impresas con tu sangre. Pero ahora es feliz, eso es lo importante y tú, tú, eres alguien en quien confía.
Y tú sabes que confía en ti, que se dejaría arrastrar por los anclajes de tus mejillas al matadero en el que te sumergiste aún con vida, sin dudar, creyendo a ciegas en la firmeza de tus huellas. No dudaría de ti, no, porque eres una persona digna de su confianza, alguien que aplaude sus pasos alejándose aunque lapida los amaneceres en solitario con el recuerdo de sus párpados cerrados. Sabes que te dan igual las caídas libres con tal de que, al ver tus sesos esparcidos en el suelo debido al golpe, no se le empañe la sonrisa. Su sonrisa con azúcar sin diluir escociéndote en los costados. Su sonrisa asesina, porque es feliz y tu corazón acaba de fundirse debido al pedazo que se electrocutaba con la luminosidad de sus pupilas. Ya se sabe que el sol a veces ciega y tu coche puede acabar al fondo de un barranco debido al guiño.
Pero eso tampoco es relevante porque al fin y al cabo es feliz y eso es lo que importa, lo que realmente nos importa a todos, lo que realmente debería importarte a ti, claro, aún sabiendo que ella es feliz y tú no y que sería mucho menos doloroso estrellarte en tu coche a 200 km/h que la agonía de sus sonrisas felices clavándose de lleno en tus pupilas.
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Supongo que cada uno hace suyos los textos.
Últimamente me pasa con todos, con el tuyo, con el suyo sobre vender corazones y con el mío del cumpleaños. De hecho, haría un tríptico con todos y lo envolvería en papel de plata y se lo mandaría por correo.
Pero de qué sirve regalar cosas a quien intentas enterrar en el olvido. Seguro que el paquete se pudriría como las flores sobre las tumbas.
Muchas gracias niña. Al menos va a la pared junto al otro. Prometido.
Acabas de clavar este dardo de palabras en el centro de la diana. Certero y envenenado de sentimientos.
Es como si me hubieses leído los pensamientos en los posos del té, me he estremecido. Subiré la calefacción.
Me encantó la imagen del helado de chocolate relleno de acordes de violín, muy poético!
¿Y ser feliz uno mismo dónde queda?
Puñetazo en la boca del estómago. Impresionante y sobrecogedor.
Por saber Exactamente a qué te refieres.
los equilibristas siempre le hemos tenido miedo al barranco. Se supera con abrazos en red
najwa - one of those days
Maga... te regalaré flores que no se pudran sobre ninguna tumba, esas sí puedes ponerlas en tu pared :)
Natxo... será el invierno...
Para... a veces la felicidad nos queda prendida de las manos de otro y cuesta recuperarla... igual la retenemos ahí para no perder ese débil, y triste, vínculo que nos une a esa persona
Sansara... Que amarga es a veces la felicidad ajena...
el hombre que... estoy segura de que tú podrás volar sobre los barrancos
Efesor... apuntada :)
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