Nothing
29 ene 2007
Al final llega a no importar. Sólo te acaricia el tuétano cuando el viento te pilla a traición desnuda entre las sábanas, y ni siquiera entonces, llega a erizarse tu piel. Aquello se lo llevaron tus manos. Y lo sabes, igual que sabes que el tiempo zozobró todas las olas, hasta que yo me convencí de que no iban a lograr fabricar los contrapesos adecuados para la laguna más vacía del mundo. Me convencí, te convencí y decidimos convencernos incluso con los ojos cerrados. Incluso mientras encallábamos, o quizás por ello, seguimos serenos tragando lágrimas porque era así, porque era lo inevitable.
Así que ya no duele, ni siquiera en aquel timbre, no sé si aún lo recuerdas, cuando arañabas con los ojos abiertos mi labio casi cerrado, y yo reía para amortiguarte las dudas, para quitar peso al vacío que se quedó, después de después, en los ojos acuñados de herrumbre. Obviamente, no logré nada, tú no conseguiste mirarme más allá de los cristales ahumados en ceniza y yo me tragué tantas palabras que perdí la capacidad de escucharme a mi misma (a veces pasa).
Y al final llega a no importar. Aunque aún duela.