D.N.I
Me miras y no me ves. Aunque te esfuerces, fijando la vista en mi rostro, en mis ojos o en mis manos, por mucho que lo intentas nunca consigues distinguirme. No es el sol en el rostro, has probado con gafas de sol, usando tu mano extendida de visera o buscándome más allá del crepúsculo. No importa, a pesar de las estratagemas, me miras y no me ves. Como cuando te sumerges en la oscuridad relativa tras la luz absoluta. Estás cegado y no lo percibes. Observas despacio mi piel, quizás más oscura que la tuya o algo más pálida, mis rasgos, el color de mis ojos y de mis pelo, mi altura y la suavidad o la tosquedad de mis manos. Y aún así, no serías capaz de (re)conocerme más allá de este instante bajo el sol de esta plaza abarrotada.
Me miras y sólo ves mi religión, distinta a la tuya, ajena a tus creencias, me miras y sólo ves mi piel incomparable con esa que tanto proteges de los primeros ápices del verano. Ves tras mi espalda guerra, sangre y matanzas o puede que “solamente” pobreza, hambruna y exilio. Y a veces hasta simulas que te preocupa, que mundo más desquiciado éste. Eres capaz de percibir en mis manos la falta de pan y de un trabajo digno. Me supones completamente extraño en tus costumbres y, por supuesto, me sabes forastero entre tus fronteras. Podrías definirme, a mí y a otros muchos que igualas a mí, con una o quizás dos palabras. Musulmán, inmigrante, rumano o negro.
Y me preguntas el nombre queriendo ser amable. Que importa mi nombre si tú ya has decidido quien soy.
Me miras y sólo ves mi religión, distinta a la tuya, ajena a tus creencias, me miras y sólo ves mi piel incomparable con esa que tanto proteges de los primeros ápices del verano. Ves tras mi espalda guerra, sangre y matanzas o puede que “solamente” pobreza, hambruna y exilio. Y a veces hasta simulas que te preocupa, que mundo más desquiciado éste. Eres capaz de percibir en mis manos la falta de pan y de un trabajo digno. Me supones completamente extraño en tus costumbres y, por supuesto, me sabes forastero entre tus fronteras. Podrías definirme, a mí y a otros muchos que igualas a mí, con una o quizás dos palabras. Musulmán, inmigrante, rumano o negro.
Y me preguntas el nombre queriendo ser amable. Que importa mi nombre si tú ya has decidido quien soy.
No hay más ciego que el que no quiere ver. Las cosas son así. Lo triste es la predisposición, el juzgar... ese "qué mas da mi nombre si tú ya has decidido quién soy".
Salud/OS!
Cuántas veces al día experimentamos esta situación...
tardamos poco, muy poco, en clasificar a las personas quizás porque es la forma más sencilla de no romper las frágiles fronteras de nuestro pequeño mundo...
Mi más sincero y sentido aplauso. Así en frío y sin preliminares.
Se te nota la tesis a flor de piel señorita socióloga :P
Un post muy interesante y tristemente real.1saludo de 1 antropologa:P
Demasiado pesimista para con el ser humano occidental..., en Rashomon acepté el pacto. Hoy, aquí, no.
Besos
Pues sí, a veces no dejamos llevar demasiado por los jodidos prejuicios. Por eso es mejor mirar después de ver, que querer ver antes de mirar. En fin, besos.
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