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¿Y a ti aún te cuentan cuentos?

 

A veces nos suicidamos nosotros mismos

A veces nos suicidamos nosotros mismos. Lo dices mirando al techo y te das la vuelta como si nada, sin ver los regueros de fuel que caen bajo la cama, sin percatarte de que la máquina ya no funciona correctamente y no hay fuerzas para conquistar nuevos territorios, ni aunque estuviesen sembrados de túneles salpicados de luz al final. Que he jugado tanto con cerillas de mentira que ahora ya no me quedan puentes que quemar ni cabos con los que construir lianas (juro que las aceptarías a pesar de mi vértigo). Mis mapas acaban ya más acá de los monstruos pero no consigo seguir más allá. Ni un solo paso. Ni arrastrándome entre los océanos. A oscuras siempre se me dio mal tantear el futuro, desventajas de nacer en primavera.

Y supongo que tienes razón, porque al fin y al cabo casi siempre todos tenemos un poco de razón y porque mi objetividad está guardada hecha añicos bajo la piel, así que termina multiplicándome los agujeros negros en todos los espejos. Y cerrar los ojos sigue sin ser una salida. Sí, puede que tengas razón, a veces nos suicidamos nosotros mismos, pero no dejo de preguntarme si la sangre que me empapa las manos terminará por desangrarme antes de la siguiente mirada.

¿Qué salida queda cuando te echas de menos?

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At 5:20 p. m., Anonymous Anónimo said...

Eso pasa a veces. Pero otras veces todo sale ardiendo, y te toca ser la última persona en abandonar el barco, y realmente te sientes bien de que así sea. Tal vez porque descubres la salida de emergencia antes que los demás y la utilizas cuando ya no queda nadie más. En esos casos no llegas a preocuparte por los agujeros negros, y tan sólo queda ese olor a gasolina y esos ojos que te siguen mirando aunque dejaste atrás todos los espejos en llamas. Y merece la pena.    



At 9:05 p. m., Blogger el_Vania said...

La salida que queda es el flashback... saber que el que tuvo retuvo, y no darse por perdido tras el paso del tiempo. El tiempo te hace lo que al vino, mejor. Y si no, piensa que un pésimo vino puede ser un excelente vinagre. Todo es cuestión de la óptica positiva, del rascar en el interior y sacar las telarañas y sobre todo, de no dar nunca un paso atrás, ni aunque sea para tomar impulso.
Salud/OS    



At 9:43 p. m., Anonymous Anónimo said...

Recordar que se ha pasado por eso ya, que, aunque distinto, al final el ciclo vuelve a cerrarse, igual que las cicatrices. Igual que tus espirales.    



At 10:22 p. m., Blogger Natxo sin parentesis said...

Hay veces en las que necesitamos desangrarnos, tú lo sabes bien. Que como me dijiste una vez, una vez abajo, ya sólo queda subir. Y abajo descubres que sigues siendo tú, a pesar de la arena, el lodo y la sangre. Sólo necesitas una ducha de sol.

Te prometo que volverás. Palabra de honor.    



At 1:51 p. m., Blogger sb said...

quizás nos volvemos locos por la costumbre de buscar salidas, de no saber vivir sin respuestas al final del arcoiris.. quizás el truco este en eso, en saber vivir sin pedir nada a cambio..

quizás....    



At 1:22 a. m., Blogger Bowie said...

¿Sabes qué? Esa foto da mucho miedo...

yo a veces me echo de menos, pero no suelo pasar de ahí, porque después aparezco

va el abrazo    



At 8:10 p. m., Blogger sergisonic said...

volver a la gasolinera. te esperas con la manguera en la mano, para repostar.
self service, sí. el invento del siglo es una putada.

un beso    



At 10:45 p. m., Blogger Óscar Sejas said...

Pues es díficil vislumbrar las salidas de emergencia pero dicen que existen, que quedan siempre algunas tablas a las que aferrarse cuando se naufraga en un océano de dudas.

Aunque como bien decía Tagore si lloras porque se ha puesto el sol las lágrimas no te dejarán ver las estrellas y suele suceder que las lágrimas inundan muchas veces nuestros momentos más aciagos...

Sólo queda esperar poder salir del bache e intentar sonreír en los malos momentos.

Un saludo    



At 3:57 p. m., Anonymous Anónimo said...

Recuerdo que hará pronto un año del día que pensé que tenías unas manos preciosas. Con los dedos larguísimos. En aquella época intentabas dejar de morderte las uñas y no llevabas ni uno de los anillos que llevas ahora. En aquella época, hará pronto un año, creías envilecer el mundo y te sangraban los nudillos de dar golpes a las paredes de tu habitación azul. Y justo un segundo después de pensar que tenías unas manos preciosas, me dijiste que odiabas tus manos. Te equivocabas, claro. Con tus manos, con tu supuesta vileza y al pensar que no podrías dejar de morderte las uñas nunca.
Ahora tu habitación es verde y te equivocas también.

Y zorionak de nuevo, por cierto.    



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