Crash
Podría tener cien títulos. O quizás más. Por cada uno de los innumerables sonidos que produce una vida de cristaleras al estrellarte contra el bordillo. Crash fue sólo el primero que se me ocurrió y lo agarré con cuidado del borde del pantalón para que no se escapase. Como cuando tenía cinco años y tiraba a mi padre de sus magníficos pantalones de campana para que me comprase algodón de azúcar. Ahora odio el algodón de azúcar y soy más alta que mi padre.
Supongo que es una de esas etapas en las que te paras a pensar y te das cuenta de que tanta pintura no tapa las goteras. Aunque te subas a lo alto de la escalera para disimular mejor. A ratos te da igual, o haces como que así es, como cuando vuelves a tener cinco años y no miras directamente al chico que te gusta para hacerte la interesante. Pero siempre acabas observándole de reojo y cuando te descubre no puedes más que sonreír sin poder evitar que se te suba la primavera a las mejillas. Ahora ya no es tan bonito, claro. Engañarte a ti mismo es la forma más absoluta de estupidez pero a veces logras que duela un poco más tarde.
Pero ya has escuchado el golpe. Crash. Así que ya no hay marcha atrás, esta vez escoges una caja algo más seria, acorde con la edad y, uno a uno, vas guardando todos los pedazos procurando romperlos aún más, con saña, hasta que sangran las terminaciones nerviosas de tanto daño. Y tan parecido al de siempre. Acumulas esta caja, más formal esta vez, encima de las demás. Y vuelves a preguntarte, como las demás veces desde los cinco años, porque sigues acumulando errores quebrados en los que han de ser los cimientos de nuevas vidrieras.
Supongo que es una de esas etapas en las que te paras a pensar y te das cuenta de que tanta pintura no tapa las goteras. Aunque te subas a lo alto de la escalera para disimular mejor. A ratos te da igual, o haces como que así es, como cuando vuelves a tener cinco años y no miras directamente al chico que te gusta para hacerte la interesante. Pero siempre acabas observándole de reojo y cuando te descubre no puedes más que sonreír sin poder evitar que se te suba la primavera a las mejillas. Ahora ya no es tan bonito, claro. Engañarte a ti mismo es la forma más absoluta de estupidez pero a veces logras que duela un poco más tarde.
Pero ya has escuchado el golpe. Crash. Así que ya no hay marcha atrás, esta vez escoges una caja algo más seria, acorde con la edad y, uno a uno, vas guardando todos los pedazos procurando romperlos aún más, con saña, hasta que sangran las terminaciones nerviosas de tanto daño. Y tan parecido al de siempre. Acumulas esta caja, más formal esta vez, encima de las demás. Y vuelves a preguntarte, como las demás veces desde los cinco años, porque sigues acumulando errores quebrados en los que han de ser los cimientos de nuevas vidrieras.
O sobre como identificarse completamente con un texto de una persona desconocida...con escalofrío incluido.
Un abrazo
me da mucho miedo pensar en: "Engañarte a ti mismo es la forma más absoluta de estupidez pero a veces logras que duela un poco más tarde."
pero gracias por recordarme que algun dia, espero que se acerque pronto, sufra por todas esas cosas por las que aun no sufrí y así ir más suelto por el mundo, y quizas poder volver volar... y que se escape un hipo.
quizá pq los errores son una parte más de los cimientos
he vuelto (para quedarme)
abrazos ausientes desde el norte
Otra de mis felicitaciones por esta nuevo texto. Y van...
Que no te rompiera el Parque Infantil de Navidad y lo esté haciendo el Parque Navideño Vasco es algo que ni tú misma deberías permitir.
Y lo sabes.
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