Coágulos de rabia
No es un buen momento para escribir. Lo sé porque no deslizo los dedos por el teclado, no, más bien golpeo las teclas intentando aplastar contra ellas todo lo que ahora mismo se me amontona en el estómago haciéndose una bola del metal más pesado que exista (se admiten sugerencias). O quizás del más denso que, si mis pocas nociones de química no me fallan, es el mercurio. O tal vez debiera patentar esta nueva aleación que se me está instalando en las venas, a contracorriente por mi sangre, haciéndome coágulos de rabia en los antebrazos (o en cualquier otro sitio que se oponga a uno). Quiero hacer explotar todos los tragaluces que encuentre y, una vez hechos añicos, andar sobre los cristales y notarlos quebrarse, aún más, bajo mis pies. Escuchar el crujido rebotando en mis oídos y gritar, gritar hasta que definitivamente me estallen las cuerdas vocales, hasta que se me desborden las lágrimas desiertas de dunas, hasta que me rompa los nudillos persiguiendo farolillos de papel…
Me duelen las sonrisas de tanto tensar las mandíbulas, de tanto morderme los dedos, de tanto dar bocanadas de aire viciado para intentar no asfixiarme y no me ahogaré, no, porque mi padre siempre quiso que le regalara por Navidad el récord mundial de 100 metros libres en piscina de 50 metros, pero acabaré por hiperventilarme las orejas y se me escamarán los labios de tanto resoplar. Ojalá mirándome al espejo me descubriese branquias y pudiese dar un salto por la ventana para sumergirme en una corriente de indiferencia, de esas que te ayudan a volar a cualquier parte, lejos, pero con tantas turbulencias que se te empañan de oleaje los ventanales. En momentos cómo éste necesito ver el mar pero fuera hace demasiado frío y las olas susurran demasiado lejos.
Quiero comprender pero no puedo, lo intento, pero la sal se me mezcla en la boca con la sangre y no consigo apreciar el sabor que deja esa textura. Nunca supe jugar a ser feliz y todo esto me lo pone demasiado fácil para convencerme de que no soy capaz de serlo, de que no aprenderé, ni aunque me lo proponga, a verle la otra cara a la luna nueva.
Este es uno de esos momentos en los que sólo quiero apagar la luz.
Me duelen las sonrisas de tanto tensar las mandíbulas, de tanto morderme los dedos, de tanto dar bocanadas de aire viciado para intentar no asfixiarme y no me ahogaré, no, porque mi padre siempre quiso que le regalara por Navidad el récord mundial de 100 metros libres en piscina de 50 metros, pero acabaré por hiperventilarme las orejas y se me escamarán los labios de tanto resoplar. Ojalá mirándome al espejo me descubriese branquias y pudiese dar un salto por la ventana para sumergirme en una corriente de indiferencia, de esas que te ayudan a volar a cualquier parte, lejos, pero con tantas turbulencias que se te empañan de oleaje los ventanales. En momentos cómo éste necesito ver el mar pero fuera hace demasiado frío y las olas susurran demasiado lejos.
Quiero comprender pero no puedo, lo intento, pero la sal se me mezcla en la boca con la sangre y no consigo apreciar el sabor que deja esa textura. Nunca supe jugar a ser feliz y todo esto me lo pone demasiado fácil para convencerme de que no soy capaz de serlo, de que no aprenderé, ni aunque me lo proponga, a verle la otra cara a la luna nueva.
Este es uno de esos momentos en los que sólo quiero apagar la luz.
Ostras, vaya dia llevas, ¿no?. Bueno, sabes que todo pasa, es cuestión de esperar. Un problema lo es porque tiene solución. El "problema" es que dicha solución en ocasiones no nos gusta.
A veces se nos junta la oscuridad que nos asusta, con las ganas de cerrar los ojos. Malos momentos para mirar, pero peores para hacer cavilaciones.
No siempre la alegria gana la partida, aunque aun exista la felicidad para los no imbeciles.
No busques pociones ni extraños motivos para sentirte asi, como le dijeron a aquel rey, esto tambien pasará.
Ademas, mas que dar las gracias por tus regalos de reyes, sabes que lo que mas nos gustaria ver es felicidad de esa que radia, que se contagia, y mejor que dentro de papel de colores, como se suele decir en la tienda, queremos ver como te la llevas puesta.
Iridio, pesado, escaso y resistente. Se funde a 2.440 grados centígrados y es posible que con aludes de besos y abrazos de madrugada, por si la fórmula no da resultado, la cerveza con gominolas también ayuda ;)
Más denso que el mercurio es el oro, y más aún el volframio. Mi pequeño consejo: funde esa bola metálica y transfórmala en termómetros que midan el calor de los abrazos sinceros, en anillos de compromiso con la vida o en bombillas de árbol de navidad inmigrantes en miradas. Al fin y al cabo lo malo (como lo bueno) ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
d... es la falta de luz de las noches oscuras, las luciérnagas se me terminan dispersando y me cuesta dormir, pero pasa, sólo tienes, a pesar de las ganas de hacer lo contrario, que entender la luz.
Rigodón... escribir siempre fue una vía de escape, para conjurar tristezas y hacerlas presas de las líneas, así sonreír es mucho más fácil :)
Natxo... Gracias por la sugerencia y la receta, veremos que se puede hacer con ella :)
YO SIN SUPERLATIVOS... ya que te quitas los superlativos yo te pongo las mayúsculas, gracias por la aclaración química y el consejo transformador, jugaremos a alquimistas cualquier tarde de lluvia :)
apaga la luz (y luego apaga la luz) y que te cuenten un cuento al oído
Mamen somar... si tuviésemos todas las respuestas entonces nos dedicaríamos a plantearnos las preguntas...
El hombre que... aunque es Sherezade la que cuenta cuentos, en este caso haré una (o dos, o tres...) excepciones.
Vaya textos, siempre pienso que estás hablando de ti... pero no te pueden pasar tantas cosas! ;-) Pero que por nada del mundo se te formen coágulos, intenta disolverlos antes de que crezcan. ¿La receta? Ni idea, pero imagino que conocerse mucho a uno mismo y tener serenidad ayudan a todo. Besos.
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