Déjame (volver a ti)
Camino entre hojas secas cubiertas de retazos de nieve mientras el sol me da en la cara y las margaritas me cosquillean el cuello al florecer en la solapa de mi abrigo. Con cada paso un recuerdo. Sonrisas a contraluz. No quiero que te vayas, no lo hagas, vete siempre pero vuelve cada vez. Y tú sonríes y crece el nivel del mar en cada costa. Tú y yo, dos ahogados que morirán riendo.
Te ofrezco (si logramos sobrevivir a las mareas de medusas) avalanchas mortales capaces de derrotar los muros transpirables, con los restos construiremos puentes de hojalata inoxidable repletos de barandillas (ya sabes de mi vértigo) y si aún nos quedan materiales (no corrosivos) podemos fabricar cantos rodados para hacer tararear a las sirenas junto con el eco de nuestros labios. Te ofrezco amaneceres de café y churros en los que empaparnos las articulaciones hasta que no nos quede tacto en las yemas. Seré centinela en tus pesadillas para que, al volver de las imágenes en sepia, no te falten abrazos sin artificio que te protejan de los sudores fríos, de los besos a medio pulmón y de las palabras templadas a fuerza de sacarlas a pasear en días de granizo a cambio de todo. Tienes mi uñas, mi saliva, mi espina dorsal, el roce de mis pestañas y el tacto del índice y el corazón (cuídame éste último con los minutos perdidos en los viajes en cualquier transporte público).
Podemos (si conseguimos no enmarañar el deseo en las algas marinas) enlazar cada noche los cuerpos expuestos y ofrecernos disyuntivas por las que apostar a descaminar los huecos (cóncavos y convexos) que dejemos calcados en las sábanas y, cuando se nos agote la savia, podemos travesear contando historias absurdas en las que las princesas siempre sean feas y gordas y los sapos se conviertan en amapolas. Todas llenas de los más incomprensibles finales felices. Podemos caminar por ciudades inexistentes jugando con los dedos al pilla-pilla y mirarnos en el reflejo de los escaparates de cada pastelería. Tus mejillas con sabor a croissant. Hambre del bálsamo dulzón de tu pecho contra el mío.
Déjame que me aprenda los días en tu piel, que te adormezca la morriña, reconocer tu sabor en los días de viento, en los días de lluvia (cayendo por la frente hasta la punta de la nariz en recorrido suicida) y también en los soleados. En cambio en las tardes de nieve, déjame un resquicio entre tus antojos y nos construiré un refugio antilágrimas con paredes de chocolate y galletas, dónde empañar el arroz con leche de caricias en pieles ajenas. Déjame resbalar entre tus piernas y cobijarme en los rincones indelebles, contarte los lunares y jugar a definir el color de tus ojos. Si no consigo situarlo entre los básicos prometo caminar con los pies descalzos hundiéndome en la estela difusa que enreda (en camino ascendente) nuestra silueta. Déjame seguir soñando que las cuatro estaciones (invierno, primavera, verano y otoño) palpitarán en tus costillas y podré mecerme en tu pecho para dormirme escuchándolas.
Déjame abrir los ojos y sentirte a mi lado.
Te ofrezco (si logramos sobrevivir a las mareas de medusas) avalanchas mortales capaces de derrotar los muros transpirables, con los restos construiremos puentes de hojalata inoxidable repletos de barandillas (ya sabes de mi vértigo) y si aún nos quedan materiales (no corrosivos) podemos fabricar cantos rodados para hacer tararear a las sirenas junto con el eco de nuestros labios. Te ofrezco amaneceres de café y churros en los que empaparnos las articulaciones hasta que no nos quede tacto en las yemas. Seré centinela en tus pesadillas para que, al volver de las imágenes en sepia, no te falten abrazos sin artificio que te protejan de los sudores fríos, de los besos a medio pulmón y de las palabras templadas a fuerza de sacarlas a pasear en días de granizo a cambio de todo. Tienes mi uñas, mi saliva, mi espina dorsal, el roce de mis pestañas y el tacto del índice y el corazón (cuídame éste último con los minutos perdidos en los viajes en cualquier transporte público).
Podemos (si conseguimos no enmarañar el deseo en las algas marinas) enlazar cada noche los cuerpos expuestos y ofrecernos disyuntivas por las que apostar a descaminar los huecos (cóncavos y convexos) que dejemos calcados en las sábanas y, cuando se nos agote la savia, podemos travesear contando historias absurdas en las que las princesas siempre sean feas y gordas y los sapos se conviertan en amapolas. Todas llenas de los más incomprensibles finales felices. Podemos caminar por ciudades inexistentes jugando con los dedos al pilla-pilla y mirarnos en el reflejo de los escaparates de cada pastelería. Tus mejillas con sabor a croissant. Hambre del bálsamo dulzón de tu pecho contra el mío.
Déjame que me aprenda los días en tu piel, que te adormezca la morriña, reconocer tu sabor en los días de viento, en los días de lluvia (cayendo por la frente hasta la punta de la nariz en recorrido suicida) y también en los soleados. En cambio en las tardes de nieve, déjame un resquicio entre tus antojos y nos construiré un refugio antilágrimas con paredes de chocolate y galletas, dónde empañar el arroz con leche de caricias en pieles ajenas. Déjame resbalar entre tus piernas y cobijarme en los rincones indelebles, contarte los lunares y jugar a definir el color de tus ojos. Si no consigo situarlo entre los básicos prometo caminar con los pies descalzos hundiéndome en la estela difusa que enreda (en camino ascendente) nuestra silueta. Déjame seguir soñando que las cuatro estaciones (invierno, primavera, verano y otoño) palpitarán en tus costillas y podré mecerme en tu pecho para dormirme escuchándolas.
Déjame abrir los ojos y sentirte a mi lado.
¡Ole! Qué buen regalo de fin de año, un relato tan bonito, nuestra presión ha surtido efecto, jeje. Que no mujer, tu escribe lo que te plazca que, además, seguro que resulta más bonito cuando se escribe algo porque sale de dentro que por cumplir un encargo.
Tantas metáforas dulces se deben a que tú misma eres un bombón ¿no? Jajaja ;-) Anda que no soy goloso yo.
Vas a acabar siendo la mejor embajadora de Bilbao; por ese puente deambulé yo ayer en busca de la suerte (lotería). Isozaki Atea, creo que va a quedar muy bonito.
Muchas felicidades para el 2006.
déjame que me aprenda los días...en tus pies
;) Precioso.
Lehendakari... Que conste que no lo escribí por encargo, son los viajes en tren que siempre me inspiran cosas alegres :) Y bombón no creo yo que sea porque si no creo que me habría comido a mi misma hace tiempo ;) Reconozco mi (casi) adicción al chocolate con almendras, las piruletas y los regalices rojos... así que supongo que tengo demasiado azúcar en el cuerpo y de ahi las metáforas :) Y que conste que la foto (aunque hecha con mi cámara) la realizó un buen amigo (Para que veas que lo digo ;) en Aste Nagusia, a mi me gusta más el puente de Deusto (que tendré que cruzar cada día...) que parece más seguro ;) Feliz 2006 para ti también
El hombre que... no opondré resistencia si lo haces ;)
¿A si que ahora los trenes inspiran cosas alegres? Jejejeje, me alegro de que asi sea :) me gusta mucho mas leer estas cosas
PD: Tambien saco fotos que estan bien enfocadas eh, aunque no las pongas para no quitar protagonismo a las tuyas :P
Después de esto puedes hacer conmigo lo que quieras, tienes la rendición incondicional de todos mis músculos bajo la almohada y esperaré en la sombra de cualquiera de tus sonrisas.
Me han encantado dos cosas, el título y la primera frase, metáfora de las estaciones (aunque desordenadas cómo tú), sigue escribiendo cosas alegres ;)
Ñam ñam ñam, jejeje. No sé no sé, por si acaso anda por la sombra.
Me encanta cómo se ha transformado la zona del puente de Deusto, aunque yo hubiese dejado más grúas de las gigantes, tenían su encanto. El puente da un poco “yuyu” al estar abierto justo en medio pero sí, es bonito. Un besote.
Te ofreces por completo. Me encanta oler sonrisas y que crezca el nivel del mar.
Cuídate ese vértigo.
Un abrazo.
Rigodón... Yo hice mis própositos para el nuevo año antes de tiempo, así que ahora procuro que los trenes inspiren cosas alegres ;) Y esa foto me gusta precisamente por estar desenfocada (y a ti también porque si no no la tendrías en tu habitación :P)
Natxo...Sabes que nunca admito rendiciones ;)
Lehendakari... ahora mismo lo tengo complicado para andar por la sombra, cosas del sur ;) Y bueno...me encantan los puentes, especialmente los que tienen muchos días y unen manos separadas :)
Maga... al final esa resulta ser la mejor forma de ofrecerse, aunque a veces produzca vértigo :) Un abrazo de viento salado para ti
Olvidar, recordar... Todo pasa, entonces quizás recordar u olvidar no sea tan importante. Además, las sensaciones no se olvidan.
Gracias por tu visita y el halago a las fotos. Tú tampoco tienes mal ojo, creo. De los cuentos hoy no hablo pues sinceramente no he leido nada, no tengo tiempo, pero mañana vuelvo y te comento. De nuevo gracias.
He vuelto. Me encanta lo que he leido, de verdad. Si después de esto quien sea no lo pilla y te planta un achuchón brutal... Seguiré leyendo.
Muchas gracias :) Como decía mi abuela "encantada de que te encante", puedes quedarte el tiempo que quieras, acomódate y sonríe cuanto quieras :)
Bilbao tiene tantos lugares mágicos. El gran pez, la medusa de la noche, es uno de ellos.
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