La felicidad no es apta para imbéciles
Os contaré un secreto que quizás algunos alcancéis a conocer. Acercaros lo más posible a mi boca para que las palabras, libres por fin, no se lancen al viento para arremolinarse en las orejas de cualquier incauto que no entendería nada, y prestad atención, porque sólo lo diré una vez y en un murmullo, puede que no estéis seguros de haber oído bien y esa será una duda que os perseguirá cada noche de eclipse solar. Ni un minuto más ni uno menos. No lo repetiré ni aunque me sometáis a la tortura de las cosquillas sin besos en la punta de la nariz, me resistiré a las caras de pena, a las confesiones de almohada y a los recorridos interminables por mi espalda. Así que agudizad los capilares y dejar fermentar los sentimientos macerándolos en oídos sin trabas…. Ahí va: “La felicidad no existe”. Llevo 23 años escuchándolo y repitiéndomelo cada noche al dormir, no fuese a ser que una mañana en la que me levantara despistada, mientras remoloneaba en la cama, ese espectro pudiera venir a mezclarse en la densidad de mis venas.
Debo olvidar pues las tardes de verano, todas y cada una. Esas en las que veía la puesta de sol construyendo castillos en la arena, donde pudieran protegerse las coquinas y las navajas del ataque inminente (y lleno de daños colaterales) de las algas marinas, éstas siempre quedaban atrapadas en el foso y eran devoradas más tarde por Cancerbero (que realmente se llamaba Kim y era el perro más simpático del mundo). Debo también eliminar aquellas noches de invierno en las que mi padre nos preparaba chocolate con tostadas y mi hermana y yo nos disputábamos entre carreras un sitio al lado de la chimenea o las noches en la playa, con una cerveza en una mano y montones de arena seca en la otra, mirando al cielo atestado de estrellas e imaginando un sueño por cumplir por cada una de ellas. Debo negar los abrazos, los amigos que jamás se han ido (aunque a veces pueda parecer que sí), el calor de las sonrisas después del ascenso de un millar de escalones, las casas amigas que se diluyen en la geografía, debo olvidar Praga, Luxor, Bilbao, Atenas, Londres, Madrid, Barcelona, Estambul, París, Roma, Córdoba, Ámsterdam, Venecia, Cádiz, San Sebastián, El Cairo, Salamanca y no pensar en aquellos rincones que aún me/nos quedan por visitar.
Por supuesto resetearé mi memoria para que no atesore mis años de universidad y les reste, minuto a minuto, segundo a segundo, todas las sonrisas, las carreras contra el reloj, las noches infames de bibliotecas (debo ser la única en el mundo que las echa de menos…) con red bull con coca- cola como chute intravenoso, los viajes (ya sabéis que nunca permanezco demasiado tiempo en el mismo sitio, tengo tendencia a oxidarme…), las comidas nutritivas cómo la rueda de un trailer, la familia elegida, los besos pesados en balanzas herrumbrosas, la amistad por encima de casi todo… Pero me queda una duda, ¿debo olvidar también la temperatura de tu abrazo mientras me enreda el sueño? ¿y tus besos de asesino de pesadillas? Quizás deba borrar de mi memoria los paseos detenidos en nuestros dedos, las mañanas de sosiego (hasta que decidíamos convertir la cama en campo de batalla de enfrentamientos cuerpo a cuerpo, sin trincheras ni refugios), los minutos contando las horas, la presencia de tus ojos, tu respiración tranquila, el roce de tus piernas entre las mías, el sabor salado de tu piel de chocolate…
¿Sabéis que creo? Que la felicidad si existe, pero somos demasiado imbéciles para verla.
“Volverás a reírte de veras
cuando creas que estaba perdido
volverás a reírte de veras
si te quedas conmigo…”
"Bajo la lluvia" Quique González
Debo olvidar pues las tardes de verano, todas y cada una. Esas en las que veía la puesta de sol construyendo castillos en la arena, donde pudieran protegerse las coquinas y las navajas del ataque inminente (y lleno de daños colaterales) de las algas marinas, éstas siempre quedaban atrapadas en el foso y eran devoradas más tarde por Cancerbero (que realmente se llamaba Kim y era el perro más simpático del mundo). Debo también eliminar aquellas noches de invierno en las que mi padre nos preparaba chocolate con tostadas y mi hermana y yo nos disputábamos entre carreras un sitio al lado de la chimenea o las noches en la playa, con una cerveza en una mano y montones de arena seca en la otra, mirando al cielo atestado de estrellas e imaginando un sueño por cumplir por cada una de ellas. Debo negar los abrazos, los amigos que jamás se han ido (aunque a veces pueda parecer que sí), el calor de las sonrisas después del ascenso de un millar de escalones, las casas amigas que se diluyen en la geografía, debo olvidar Praga, Luxor, Bilbao, Atenas, Londres, Madrid, Barcelona, Estambul, París, Roma, Córdoba, Ámsterdam, Venecia, Cádiz, San Sebastián, El Cairo, Salamanca y no pensar en aquellos rincones que aún me/nos quedan por visitar.
Por supuesto resetearé mi memoria para que no atesore mis años de universidad y les reste, minuto a minuto, segundo a segundo, todas las sonrisas, las carreras contra el reloj, las noches infames de bibliotecas (debo ser la única en el mundo que las echa de menos…) con red bull con coca- cola como chute intravenoso, los viajes (ya sabéis que nunca permanezco demasiado tiempo en el mismo sitio, tengo tendencia a oxidarme…), las comidas nutritivas cómo la rueda de un trailer, la familia elegida, los besos pesados en balanzas herrumbrosas, la amistad por encima de casi todo… Pero me queda una duda, ¿debo olvidar también la temperatura de tu abrazo mientras me enreda el sueño? ¿y tus besos de asesino de pesadillas? Quizás deba borrar de mi memoria los paseos detenidos en nuestros dedos, las mañanas de sosiego (hasta que decidíamos convertir la cama en campo de batalla de enfrentamientos cuerpo a cuerpo, sin trincheras ni refugios), los minutos contando las horas, la presencia de tus ojos, tu respiración tranquila, el roce de tus piernas entre las mías, el sabor salado de tu piel de chocolate…
¿Sabéis que creo? Que la felicidad si existe, pero somos demasiado imbéciles para verla.
“Volverás a reírte de veras
cuando creas que estaba perdido
volverás a reírte de veras
si te quedas conmigo…”
"Bajo la lluvia" Quique González
Somos demasiado ciegos para verla y demasiado imbéciles para mantenerla. Disfrutemos de ella mientras dure y gracias por los trozos de felicidad que me has servido tantas veces en bandeja.
Un beso conjunto de Marta y mío
Hola, el segundo comentarios sobre la felicidad que veo en un blog estos días, así que digo lo mismo: hay quien dice que sólo un imbécil puede ser feliz. ¿Acaso es posible serlo sabiendo que millones de personas viven en la miseria o que millones de niños mueren por desnutrición? Aún así creo que se puede alcanzar un “estado”, llámese como se quiera, en el que uno conoce el mundo, se conoce a sí mismo, alcanza a comprender las cosas, a valorarlas, y se siente en equilibrio, sereno y, dentro de lo posible, disfruta de la vida.
Este texto tenía menos metáforas, ¿eh? ;-) Yo no añoro nada las tardes-noches de estudio, qué sudores fríos, jeje. Y no olvides tus recuerdos del pasado (mientras te ayuden a ser más “feliz” en el presente) pues me han parecido preciosos. Un beso.
Y te vi bailar bajo la lluvia,
el otoño metido en vena,
te vi llorar bajo la lluvia
más de una tormenta entera.
Y te vi bailar bajo la lluvia,
y soltar a pedacitos tu pena,
te vi trepar bajo la lluvia
un océano de enredaderas.
Y te vi bailar bajo la lluvia,
con el corazón en tierra,
cógete de mi mano, niña,
para aguantar la marea.
(r. domínguez m.)
El novio de Marta...Totalmente de acuerdo hasta en darte las gracias a ti también, dos besos conjuntos para los dos
Lehendakari... "mi" felicidad consiste en levantarme por la mañana y sonreir, la FELICIDAD así con mayúsculas, de la que tu hablas, es algo distinta y algo irreal también, o utópica si lo prefieres. Dentro de esa realidad que describes no cabe la FELICIDAD pero si la felicidad, así en pequeñito, y es de esa de la que hablo...
El hombre que... Enorme poeta R. Domínguez M. uno de mis preferidos :) Me ha hecho recordar:
Vamos a trepar a la copa de éste sol de enero,
y a hacer un nido en su ramaje,
y allí reírnos viendo como a cada minutero
se lo devora el oleaje,
y cuando entre mis brazos resuenen cañonazos
yo iré perdido entre tus dunas
dejándolo todo, quemando los tronos donde reinen dudas...
(Kutxi Romero)
Tal vez sean las horas, tal vez las palabras o tal vez sea yo.. Pero en ese texto, a las 4 y media de la madrugada, y a mi, me ha parecido que es lo mas sensato que has escrito.
A aplicarse el cuento ;)
Quizás la felicidad no existe pero sí las felicidades más pequeñas, esos instantes que no debes olvidar.
Por cierto, ¿sabes los dos secretos para ser feliz?. Te los digo.:
1. Nunca digas todo lo que sabes.
2. Aaaaaaaaaaah...
Rigodón... no te acostumbres, ya sabes que tiendo a la insensatez ;)
d... tendré que repasar más a menudo mi colección de momentos felices. Gracias por los secretos, me ha encantado el segundo ;)
No podías obviar tus viajes eh? ;) aunque se te ha olvidado Pamplona :(
Mi padre decía que la felicidad es cómo la sal, pequeña, da sabor a casi todo pero tiende a disolverse y, a veces, cuando tenemos demasiada, terminamos dejando el plato de lado. Yo creo que es más bien cómo el azúcar y eres la única persona que conozco que le echa 4 cucharadas de azúcar al café ;) Y, sinceramente, quien más se merece ahora mismo esa felicidad.
Un día me dijiste que tu mayor defecto era no darte cuenta de cuando eras feliz y, creo, que has sabido corregirlo.
Lista, guapa y feliz, empezamos bien el año :)
Captar la esencia del momento, sentir, poder observar sin concentrarse en nada en absoluto. En ello existe una belleza inalcanzable. Felicidad, es simplemente un concepto cansado, gastado e inexistente, sólo el principio de una caída. Lo que tu corazón bombea, por todo aquello que ríes, bailas, amas, eso es felicidad. Además de todo aquello que quieras añadir.
GATO NEGRO
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