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¿Y a ti aún te cuentan cuentos?

 

Despertar

Hoy quería levantarme sonriendo. Así que antes de amartillar el último sueño he repasado mi colección de buenos momentos, saltándome el aviso color azafrán que recuerda el tiempo que hace que no incluyo uno. Paladeo otros tiempos que seguramente no fueron mejores y consigo mi propósito, me levanto con agujetas en las mejillas y luciendo blanco nuclear que combato con toneladas de café sepultado bajo montañas de azúcar. Recuerdo un día, cuando apenas levantaba 5 piruletas del suelo, que mi hermana me susurró que todo el azúcar que tomaba se me acumularía en el estómago hasta, un día no muy lejano, rebosar y empezar a mezclarse con mis lágrimas, que se transformarían entonces en caramelo débilmente salado. Ahora tomo la misma cantidad de azúcar pero ocultada en toda clase de licores que me ofrezco cuando, incluso desde la orilla del mar, soy incapaz de ver, ni aún cerrando los ojos, una estrella fugaz. Pero aún no ha llegado el momento de llorar mieles, helados de nueces o leche merengada, llorar, lo que se dice llorar, sólo lloro pequeñas cumbres salinas que escondí para no echar de menos el Atlántico. Pero hoy quería seguir sonriendo así que al asomarme a la ventana le he mostrado mis lunares al sol para que me los cuide mientras me ducho, no vaya a ser que se me escurran por el desagüe y los pierda para siempre. Siento el frío de las baldosas ascendiendo desde los tobillos a la nuca pasando por los muslos, el ombligo y los pezones y me diluyo en el agua hirviendo mientras dibujo caramelos de piñones en el vapor que me acoge, ramificándose, en los reflejos de luz. Y vuelvo a cantar en la ducha.

Y no estás, y no recuerdo la última vez que viniste a lamerme las heridas con sal y vinagre pero ya no me importa, me lo he repetido tantas veces que no soy capaz de discernir si eso lo he pensado yo o ha sido el eco merodeando con sus navajazos inoportunos. Pero sigo cantando. Hasta que se me cuecen los capilares y ya no puedo hacer más gárgaras con las miradas que el eco me dedica, le encuentro el espacio a ducharme en solitario y sigo cantando…

Vuelvo a sentir el tacto helado del suelo y voy a reclamar la devolución del importe exacto del tacto de mi piel, a ver si se equivocan con el cambio y me regalan una caricia de más. Mientras me visto sin ganas (cuanto echo de menos el sol cosiéndome las cosquillas entre mis clavículas) decido unilateralmente echar de más todo lo que llevo días echando de menos y empezar a construirme las ganas desde cero, desde más abajo aún que los propios principios, con columnas sólidas sin ser salomónicas y tejados que no caigan bajo el aleteo de ninguna pestaña. Hoy puede que no sea un buen día o quizás si, pero decido enfrentarlo con la cabeza alta y poner en equilibrio el cuello que siempre midió más que 3 piruletas para que deje de quebrarse bajo infamias a ratos inventadas. Pongo música para despertar las madrigueras y veo mi sombra casi desnuda en el espejo, me acerco un poco más, despacio y sigilosa al ver un elemento extraño… y con los ojos asombrados y la piel alzada por el frío me doy cuenta de que estoy sonriendo. Y sin intentarlo.
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At 5:32 p. m., Anonymous Anónimo said...

Parece que eres el preferido para copiar los post
y mas encima se da ellujo de modificarlos a su antojo

http://rosi2006.multiply.com/journal/item/490    



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