“Eres
demasiado lista para equivocarte”. Y me aguantas la mirada con esa
paciencia densa, infinita, que acelera los calendarios y recuerda que
tú y yo nunca tuvimos un tiempo determinado. Yo sabía, no me
equivoqué, que volveríamos, de nuevo, a esbozar mañanas en un
material que nunca alcanzaría tal fecha. Tú volvías, otra vez, y
me dejabas un puñado de verdades que yo no aceptaría hasta degustar
su veneno por mí misma.
Hace
ya mucho de aquél día, de la última vez que te entretuviste
contándome los lunares, que volvimos a cometer errores antiguos, de
la última vez que besé a la primera persona que quise y me quiso.
Hoy has vuelto a repetirme esas mismas cinco palabras con las que
consigues abrirme en canal y hurgar directamente en la base de este
reloj de arena. Hoy has vuelto para recordarme las únicas tres certezas que se han mantenido desde aquél noviembre febril de mi
mayoría de edad. Que siempre me querrías (quizás haya conseguido
creerte), que siempre estaría sola y que era demasiado lista para
equivocarme. Has vuelto para recordarme nuestra batalla, la que nunca
peleamos juntos pero la que siempre nos venció por separado; da
igual como lo hagas, da igual que midas las palabras, los pasos, da
igual que te dejes la piel, las ganas y que cartografíes el
escenario perfecto para que nadie salga herido. No importa, nunca lo
hace.
Has
vuelto para recordarme el porqué. Todos los porqués. Porque los
silencios, porque las noches, porque ciertas caricias que nunca
llegan a nacer, porque el hielo, los anclajes y las ganas, porque hay
nuncas, cajas y límites, porque muerdo los labios y porque los
cierro pero sobre todo porque duele. Porque nunca me oirán decir
adiós. Porque siempre estaré sola. Has vuelto y me has recordado
que nunca seré como él, ni como ella, ni tan cobarde ni tan
mezquina. Has vuelto para recordarme que cumpliste tu promesa y has
pedido que yo haga lo mismo con la mía.
Y
yo solo puedo decirte que lo intento.
Sonando:
“Photofinish” de Zahara.