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¿Y a ti aún te cuentan cuentos?

 

Una bala en la recámara

Hace ya quizás demasiado que nos conocemos, no tanto en el tiempo pero puede que excesivo para los músculos agarrotados a los que a veces les cuesta respirar tu oxígeno viciado. Como todas las casualidades que terminan por conformarse en una línea de puntos, que puedes seguir o por la que puedes recortar tu vida, nos cruzamos casi a oscuras con dos copas mediadas. Tú con tu barba de tres días y la misma sonrisa de todas las medianoches, sonrisa estudiada pero informal, casual, con restos de un simplemente pasaba por aquí. Yo con aquél jersey que me quedaba grande, como casi todo ahora y entonces, la mirada extraviada y el agua salada taponando todas las salidas. Ambos sabíamos que así comienzan todas las historias, las mismas contingencias, la misma luz y decidimos no llevar la contraria a la corriente y hacernos amigos con el último sorbo.

Otro amigo me contaba, paradojas imposibles, que esas historias siempre continúan de la misma forma, con uno un escalón más arriba en la escalera que nunca termina por llegar al cielo. Yo no le hice caso, claro, y hoy tampoco se lo hago aunque le dé cierta razón a su metáfora, dejando fuera ciertos sentimientos. Yo siempre aguardé más abajo, amiga fiel esperando tus señales, sintiendo que mi valía era inversamente proporcional a la distancia que nos separaba, que no había luz si tú no la alumbrabas que no había tiempo si tú no lo ocupabas. Llegabas casi siempre tarde a los instantes fundamentales consciente de que no terminarían sin ti aunque de esa manera les robases su brillo. Tú lo sabías, claro, pero se te daban excesivamente bien las palabras adecuadas. Directas al centro de la pupila. Incluso ahora que vuelo lejos, sin paracaídas ni pista de aterrizaje, tan perdida en un jersey demasiado grande como aquella primera noche.

Tú, como buen amigo, me dices que podré con ello. Me miras de medio lado y apuntas a los huecos visibles o invisibles. Y sonríes, claro está. El mundo acabará a tus pies pequeña, estás convencido. Yo lanzo un dado al aire para decidir si creerte. Para ti siempre fue fácil guardar un poema en la guantera y una bala en la recámara.

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At 4:19 p. m., Blogger Dr. Espinosa said...

¿sabe que es lo malo de tener una bala en la recamara? que como un se sabe a cubierto no pone toda la carne en el asador, no lucha a la desesperada. Lo malo de guardarse ese as en la manga es que la rendición viene antes porque sabe que la victoria, o cuanto menos la salvación, está asegurada. Sólo cuando puede perderse todo se lucha con uñas y dientes.
Cuídese.    



At 4:29 p. m., Blogger BLQ said...

a lo mejor la guarda para ayudarte... es decisión tuya y conocerle adecuadamente    



At 11:45 p. m., Blogger el_Vania said...

La bala en la recámara es la que se usa contra uno mismo... cuando uno se encuentra en la tesitura de verse incapaz de "morir matando". (Nótese el entrecomillado).
Salud/OS!
PD: He colgado un tema nuevo en "El Planetoide" (mi blog de canciones). Si tienes un ratico, pásate y me dices que te parece...
Besos, Sherezade...    



At 11:20 a. m., Blogger Shh... said...

Es útil una bala en la recámara...    



At 9:15 p. m., Blogger sergisonic said...

La gente se esconde en sus casas. Los niños se asoman a escondidas de sus madres, por las ventanas. El silencio sólo es roto por una suave brisa que lleva tu mirada a la de él. Uno enfrente del otro. Pero no es un duelo en O.K. Corral.

Un beso, sherezade.    



At 1:03 p. m., Blogger Iraultza said...

Una maravillosa metáfora para algo que suele ser real y cierto a veces, pero en cualqueir caso ya te dirá algo el azar de ese dado, o el humo del cañón después de disparar la última bala.    



At 1:44 p. m., Blogger El Pez Plátano, said...

Qué casualidad y que acto de esperanza tan vano es dejar una bala en la recamara, quizás sea por la seguridad estúpida que genera o por correr ante el último pistoletazo con ventaja.
Aunque sólo sea de fogueo.    



At 2:05 a. m., Anonymous Anónimo said...

Siempre puedes apretar tu el gatillo, babe.

Un saludo desde el Otro Lado.    



At 2:13 p. m., Blogger sb said...

hay un problema con las balas no disparadas, y es que siempre se acaban usando..

con los poemas pasa lo mismo, pero duelen más..    



At 12:10 p. m., Blogger Alnitak said...

Yo creo que a veces lo malo es no tener ninguna bala en la recámara, porque cuando no te queda carne que poner en el asador, se ha acabado la batalla, de la otra forma siempre puedes estar a la defensiva... aunque no ganes nada.    



At 10:03 p. m., Blogger Unknown said...

Me encantan tus textos.    



At 2:49 p. m., Anonymous Anónimo said...

Me cuesta creerte rendida a una bala en la recámara.

Perfecta la última frase y sí, el mundo acabará a tus pies pequeña, estoy convencido.    



At 2:51 p. m., Anonymous Anónimo said...

Y estas preciosa vestida de jerseys demasiado grandes ;)    



At 3:04 p. m., Blogger Elena -sin h- said...

dr.espinosa estoy completamente de acuerdo con usted

eloi blq siempre he creído que es casi imposible conocer adecuadamente a nadie y más con una bala en la recámara...

el_vania puede ser pero la tentación de "morir matando" seguirá siendo enorme... Y disculpa mi ausencia pero últimamente apenas tengo tiempo para sentarme al ordenador.

najwa... puede serlo pero tb es cobarde.

sergisonic aunque puede acabar igual

iraultza aunque quizás sea demasiado tarde

un pez plátano es posible que haga el mismo daño.

borja f. caamaño y apuntar hacia donde?

beauséant y cuanto más tardan, más duelen

alnitak pero quizás pierdas mucho más

kenya muchas gracias :)

urko eso es porque ya me he hecho mayor, hasta para convencerme de eso. Y lo de la vista háztelo mirar :P    



At 3:37 a. m., Anonymous Anónimo said...

¿Dónde apuntar?

Fácil; justo en medio de los ojos.

Un saludo.    



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