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¿Y a ti aún te cuentan cuentos?

 

Vórtices

“Un café con dos de azúcar por favor”. Sonrío y me miras consciente de que eres la única persona que se me adelanta siempre. La única a la que le aguanto la mirada más de dos segundos. La única que dispara, cada vez, al centro de la diana y consigue, invariablemente, que no desangren las palabras más certeras.

Te sabes infalible siempre que la ecuación no revuelva tus manos de cerrajero con el vórtice de uno de mis rizos. Por eso siempre nos vemos en territorios donde nada permanece y nos despedimos con el mismo beso amarrado desde el primer día que supimos que las líneas paralelas a veces sufren de excepciones. Me observas silente mientras rompo los dos sobres de azúcar y remuevo, despacio, el café. Esperas. Siempre esperas. Y cuando sé que estoy lista alzo los ojos y disparas: “Duele que te dejen sin opciones ¿verdad?”. Sé que mi gesto te contesta mientras doy el primer sorbo al café. Uno, dos… y antes de que llegue el tres bajo la vista. Y, sin verla, ahora podría retratar con tres trazos tu sonrisa artera. Fue en este mismo aeropuerto donde te juré que sellaría mi huida antes que arriesgarme a sentir más allá de la línea roja, aquella en la que controlo cada paso como si fuese un tango milimetrado por un inflexible bailarín. Cuando tú bebiste tu café de un trago largo y, sin mirarme, escribiste en una servilleta la fecha, sellando el reto. Ahora, pones ante mí ese papel arrugado con tu caligrafía de colegio de pago y yo busco en mi lista de argumentos de emergencia una respuesta a lo obvio pero, antes de que encuentre un quiebro por el que escapar, tú saltas sobre lo estúpido de mi intento y descerrajas de nuevo: “¿Qué piensas hacer?”. Yo noto el palpitar obtuso de la sangre en los oídos, la impotencia tensando las mandíbulas y recuerdo, una vez más, su olor en mi piel, una taza amarilla sobre mi cajonera y una ristra de regalices rojos sobre la cama: “Nada” y suelto todo el aire que llevo días reteniendo en los pulmones. Y sé que sabes que en esa rendición se concentran todas las noches, las lágrimas, los puños cicatrizando mi ineptitud en cada rastro de mi tacto. Y esta vez soy yo quien, con el chasquido metálico de la última bala en la recámara, respondo: “¿Qué puedes hacer cuando te dejan sin opciones?”.

Tú, apuras el café, sonríes y sé, en ese mismo instante, que desde el principio he seguido una a una las líneas invisibles que habías dibujado ante mis pasos. “¿Qué hacer cuando te dejan sin opciones? Crearlas. “

(P.D. Y ojalá hoy pudiera creerte.)

Sonando: "Cuando estés en vena" de Quique González.

La foto (repetida) es de Urko Agirregoikoa.

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At 10:16 p. m., Anonymous Urko said...

Lo bueno de tus rizos es que siempre, tras un quiebro, dibujan nuevas opciones aunque tú ahora no te las creas. Confía en mi.

P.D. Ya sabes que yo elegiría, también de Quique, El contestador.

Y tenemos que dejar de vernos en aeropuertos.    



At 11:20 p. m., Blogger Beauséant said...

Y en ese ojalá hoy pudiera creerte se resumen tantas esperas, tantas palabras y tantas cosas perdidas, que el ojalá casi suena ficticio..

me alegra ver que has subido el ritmo de entradas (espero que no te moleste que te diga eso, porque parece que te culpase por escribir poco ;) )    



At 6:03 p. m., Blogger derramada said...

Me gusta caer en blogs así.
Espero pasarme más, besos.    



At 4:47 a. m., Anonymous A-Nónimo said...

Lo mejor de las opciones es que nunca faltan. ¿Dejarte sin opciones a ti? Creo que eso es imposible. Siempre encuentras una buena solución...

http://open.spotify.com/track/7AYoXqCtME90flUOpBJM7i    



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