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¿Y a ti aún te cuentan cuentos?

 

Lúmenes

Ella era alérgica a sus propias lágrimas y él se ocupaba de controlar el brillo exacto de cada una de las luces que irradiaban a 100 km a la redonda. Ella razonaba cada latido porque, al más mínimo exceso, la reacción corrompería hasta el hueso y él confiaba en ella porque sabía que nunca se le nublaría la vista; siempre sería capaz de distinguir la temperatura exacta que debía tener cada bombilla, cada foco y cada palabra. Ella sabía que si ahondaba en él las vacunas serían incurables y él ahondaba en ella porque envidiaba la temperatura constante de los lúmenes que transmitía. Pero ninguno de los dos era capaz de cerrar los ojos, a mareas y resplandores, y andar a base de tacto.

Así que mientras, Baudrillard les susurraba su propia hiperealidad al oído. Él creía que controlando la luz podría domar las sombras y ella que sin llorar podría sonreír de continuo. Y caminaban siempre en líneas paralelas, mirándose de reojo, rozándose a veces y sabiendo, en el fondo, que se equivocaban. Y computaban sin parar la salinidad del lagrimal, la intensidad luminosa de las pulsaciones y lo anotaban, limpia y minuciosamente. Y sonreían creyéndose a salvo. Fingían creyéndose felices rodeados de cordones de emergencia. Y es que a veces lo auténtico te deja tan ciego que prefieres cerrar los ojos y esconderlo tras millones de bombillas, no vaya a ser que se cuele un verdadero rayo de sol, no vaya a ser que tanta luz te ciegue de verdad y empieces a ver.

La foto es de moonshot perú
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At 2:03 a. m., Blogger Natxo sin parentesis said...

Ella era alérgica a sus propias lágrimas porque le enmarcaban el camino a una casa que nunca consideró suya. A cambio coleccionaba fronteras en sus zapatos y consiguió que sus ojos siempre naufragaran en aguas internacionales. Solo una vez la vi llorar. En silencio. Y pude ver como la salinidad espesa que se derramaba iba mutando, solidificándose, hasta hacerse del material inexacto que congela el compás de sus latidos, que recoge su corazón mutante y asistólico. Que, a veces, solo a veces, la vuelve piedra hirviendo.    



At 3:03 a. m., Anonymous A-Nónimo said...

Creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que viendo, no ven.

Por la ventana de un cuarto (cuarto) entra mucha luz, deberías haberlo visto ya, ¿no?    



At 12:27 p. m., Blogger Beauséant said...

intentamos encerrar la vida en una hoja de excell, reducirlo todo a una fórmula o un conjunto de reglas sencillas...

por suerte la vida muchas veces nos explota en la cara para reírse un poco de nuestra vacuidad.    



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