Todavía
Había sido algo rápido, sin dolor, como cuando te arrancas una tirita del ventrículo derecho y esperas. Dos segundos después ya no hay rastro. Tú sabías que había estado ahí pero no hay nada que apuntale tus recuerdos. Te vistes despacio y yo cierro los ojos. La realidad nunca se produce cuando la vivimos, siempre tarda un poco, la verdad de lo que nos pasa sólo aparece cuando la pensamos y deletreamos los actos.
Sé que debería decir algo, sé que querría escuchar una palabra mágica. Ensayo sílabas sin sentido esperando ver cuál es la fórmula que provoca latidos artificiales. Algo que me recuerde que la sangre sigue corriendo. Y quiero decirte que te quedes pero no quiero que te quedes. Me miras y puede que llegues a interpretar alguna de mis sílabas, siempre se te dieron bien los idiomas pero me interrogas con la pupila. Y cuando creo que va a comenzar la maquinaria del después, sales por la puerta y con una sonrisa mediada reapareces con dos cafés. El tuyo con doble de azúcar, me dices. Así que era esa la palabra mágica; un café con doble de azúcar, una sonrisa y una pupila. Consigues atar mis ganas de huir a la cara interna de tus muñecas con la misma naturalidad con la que antes me habías besado, como si fuera el paso lógico tras los crucigramas no resueltos. Y quiero decirte que te quedes pero no estoy segura de que quiera que te quedes. Vuelvo a pensar la realidad y nos veo tomando un café sobre la cama deshecha. Y me entra la risa, que termina por desbordar esparciéndose entre las sábanas, haciéndonos cosquillas en las yemas de los dedos.
No te vayas. Todavía.
Sé que debería decir algo, sé que querría escuchar una palabra mágica. Ensayo sílabas sin sentido esperando ver cuál es la fórmula que provoca latidos artificiales. Algo que me recuerde que la sangre sigue corriendo. Y quiero decirte que te quedes pero no quiero que te quedes. Me miras y puede que llegues a interpretar alguna de mis sílabas, siempre se te dieron bien los idiomas pero me interrogas con la pupila. Y cuando creo que va a comenzar la maquinaria del después, sales por la puerta y con una sonrisa mediada reapareces con dos cafés. El tuyo con doble de azúcar, me dices. Así que era esa la palabra mágica; un café con doble de azúcar, una sonrisa y una pupila. Consigues atar mis ganas de huir a la cara interna de tus muñecas con la misma naturalidad con la que antes me habías besado, como si fuera el paso lógico tras los crucigramas no resueltos. Y quiero decirte que te quedes pero no estoy segura de que quiera que te quedes. Vuelvo a pensar la realidad y nos veo tomando un café sobre la cama deshecha. Y me entra la risa, que termina por desbordar esparciéndose entre las sábanas, haciéndonos cosquillas en las yemas de los dedos.
No te vayas. Todavía.
Me gusta mucho
Un saludo
Pues está clarísimo que ha de quedarse, siempre estarás a tiempo de volver a analizarlo :)
saludos!
Enric
PD: leí en el perfil eso de que te da miedo la oscuridad... pues vaya, yo la necesito!
dí algo. que suenen esas palabras mágicas.
es precioso!
Me han mandado aquí, y no sólo me gusta, sino que dice mucho de mi no hace poco:
http://aplastadordehormigas.blogspot.com/2009/09/no-radioactivo.html
me encanta tu blog, una pasada cómo escribes...
:)
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