Es difícil caminar sin el reguero inabarcable de tus ojos negros fusionándose en cada paso por dar. Me ha costado semanas ser capaz de escribir esta frase, de verla ahí, parpadeando impasible sobre el fondo inmaculado de una hoja en blanco, sin pestañear ante el temblor inexacto de mi futuro haciendo añicos contra tu ausencia. Es difícil escribir desde las fronteras de un nosotros que aún quiero sentir correr por mis venas, ya sabes que nunca supe escribir en primera persona del singular. Era una dolencia que nació la misma tarde de febrero que alumbramos sin artificios el camino de vuelta a casa. Supe lidiar con los versos que brotaban desde las sábanas, con las palabras que nacían traicionándome en los momentos más inverosímiles pero nunca logré reducir los silogismos de tal manera que no estuvieras tú y, si lo intentaba de veras, las letras se me desteñían entre los dedos, dejando manchas indelebles que se perpetuaban en las paredes de la aurícula, escalando, usando de apoyo los glóbulos rojos para multiplicarse exponencialmente hasta que volvías, hasta que todo se paraba un instante para sentir de nuevo tu reflejo en las rótulas. Ahora escribo desde un plural roto, hecho añicos desde el singular y los escombros me brillan aún en los ojos intentando ocultar que ya no queda nada tras la puerta de entrada. Ni siquiera puedo pedirte que vuelvas porque aún no he sido capaz de acostumbrarme a no esperarte. Y todo se complica cuando tus pasos comienzan a desdibujarse en estas arenas movedizas en las que transformamos el pasillo de casa. Era divertido cuando jugábamos a mantenernos quietos, atrapados entre las baldosas, mientras el otro caricaturizaba los relojes pero ahora que son esos relojes los que juegan a mantener mi pulso inerte en esas mismas arenas, los que borran, poco a poco, tu aliento de las paredes de mis pulmones, el juego se convierte en una película macabra cuyo director es la propia víctima.
Todo se ha transformado en una sucesión de segundos interminables desde que no bailas el tiempo conmigo, todo se ha transformado en algo difícil, denso y oscuro desde que tus ojos no dan luz al futuro más negro que espera tras la puerta. Todo se ha transformado porque ya no estás, y sin ti, lo mejor de mí ya es sólo una línea más de los títulos de crédito. Y ni siquiera tú te quedaste a leerla.
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on 3 mar 2008 at 10:13 p. m..
You can skip to the end and leave a response.
Tal vez lo mejor de esas películas es precisamente eso, que sabemos que son ficción. Al menos a mí me consuela pensarlo cuando te leo.
Me encanto lo que encontre por aqui, asi que en cualquier ratito nos vemos de nuevo, saluditos (con tildes que brillan por su ausencia en este teclado "yanki" que aun no acabo de configurar :p)
Elena, tal vez no debería importarme: ¿pero son reales tus relatos? Es por el tema de la dosis de abrazos :)
Tienes razón. Curiosamente los títulos de crédito siempre quedan en un segundo plano, nadie se queda a leerlos, banda sonora de fondo. Y eso que no habría película sin esos nombres.
a mí me gustan los títulos de créditos, además, si los miras ne pareja, suelen acompañar al amor... no?
y esas dosis de abrazos son geniales, a mi me gusta mucho cuando haciendo teatro hacemos el ejercicio donde reímos y nos abrazamos, no porque en nuestras vidas haya poco de las dos cosas, sino porque a veces, por falta de tiempo, no podemos relacionarnos con los compañeros y compañeras como quisieramos, y este ejercicio nos permite mejorar la relación entre nosotros.
Que hermoso y qué triste... me ha venido una melancolía al leer esto.
Malas son las ausencias, malas las presencias del pensamiento.
Títulos de crédito, si... pero al inicio de la película. De los que dejan huella.
Abrazos y ánimos, desde orillas del Ebro.
Salud/OS!
La frase final es genial.
...
No tengo muchas palabras en estos instantes. Los puntos suspensivos son el rastro de mi visita, para que sepas que sigo por aquí.
sencillamente brillante
enhorabuena
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