Te marchas
23 ago 2007Te marchas y el reflejo de tu espalda se me instala en la pupila desgranando navajas afiladas. Me quedo con la llave insertada en la cerradura, jugando con el viento al ciento volando, tú la llevas, por mi y todos mis compañeros. Te marchas y me quedo dibujando lomos de violín en las notas vacías de este espejo roto, a ver si así no se me clava el silencio en la yugular y me provoca siete años de mala suerte. Me quedo allí, anclada a un zaguán, viéndote marchar con el nudo en la garganta preso también en la boca del olvido. Con las manos repletas de cometas en descomposición y una lágrima mediada en el ojo izquierdo, esa lágrima que he sabido disimular los últimos veinte minutos. Jugando al póquer me ganarías por K.O.
Quiero gritarte que no merezco esto, que no hay para mí pedestales a medida, todos me quedan demasiado grandes, que mi sitio aguarda cercano al suelo, desde donde además, siempre resulta más sencillo caer sin hacer daño a nadie. Guardo mi vida en maletas que me facilitan una huída a medida, siempre con postales de recuerdo eso sí, pero no por ello menos cobarde. Y me guardo a mí más allá de dentro, no vaya a ser que me salpiquen las miradas y se me ahoguen las penas de no secarlas. No merezco esto, no. Mi nombre nunca recogerá el tiempo desde los labios, es difícil de pronunciar, de recordar y se enmaraña con el viento en cuanto le enseñas aguas salinas (mar o lágrimas indistintamente). No olvides que siempre termino por conjurar todos los desastres en el ojo del estómago, para huracanar el mañana y que nunca aparezca.
Te marchas y tu espalda se aleja pero mi mano sigue sin girar del todo la llave. Anclándome con los pies en el suelo por sentirme, y saberme, farsante sin público.