¿Y a ti aún te cuentan cuentos? |
Recuerdo
Recuerdo los lugares en los que te besé, cuando te miraba y
no era capaz de esclavizar las ganas así que te ensortijaba las palabras,
interrumpiéndote. Cuando te mordía los labios en el quiebro de una escalera y
tu mano desbarataba la curvatura de mi cintura; cóncava, convexa dependiendo del minuto exacto
en el que me robaras el aliento.
Recuerdo el tacto de tu nuca, la encrucijada de tus hombros
y el olor que siempre me dejabas prensado en la piel. Recuerdo tu sabor. La
punta de tu lengua repostando en cada una de mis vértebras. La punta de mi
lengua retrasándose en los caminos concéntricos de cualquier intersección, ya
sabes que nunca conseguí ser puntual. Recuerdo mis piernas rayando el ansia, circunvalando
tus caderas. La ropa interior deslizándose por los muslos como agua derramada,
las uñas, apenas iniciadas, buscando un rincón en la piel en el que alojar un grito. Recuerdo dormirme
en el resguardo de tu pecho y despertarme con el dictado de tu piel en mi
espalda. Las mañanas enlazados en nórdicos, palabras y una ristra de sonrisas
que siempre llegaban hasta el café de después. Recuerdo los cafés de antes, las
cenas a medianoche, las luces de navidad. Las notas en los espejos, los
mensajes furtivos, los baños compartidos. El penúltimo beso. Los libros –todos-,
las canciones y los diálogos de las mejores películas. Las palomitas. Mi cara
de niña buena y tu cara de niño travieso. Recuerdo las calles empedradas, perdidos
en cualquier ciudad, cuando te reías porque siempre me orienté de memoria y a
tu lado solo recordaba la posición exacta de cada uno de tus lunares. Recuerdo
los atardeceres, incluso los atestados de nubes, cuando el sol iba abrigándose
poco a poco tras tu pupila. Las noches de invierno, las tardes de otoño y las
mañanas de verano. La primavera siempre me sonó demasiado cursi, por eso siempre me reía cuando me besabas.
Cuando me desnudabas uno a uno los rizos y luego te entretenías en mis labios
dibujando los mapas de todos aquellos lugares a los que huiríamos antes o
después.
Recuerdo despertar, sola en una cama helada y recordar. El
enorme museo de recuerdos tuyos que visito a menudo con la imaginación*. Porque
solo allí estuviste.
*La frase está robada
sin ningún tipo de consentimiento a David Trueba de su libro “Cuatro amigos”
Sonando: “Comptine
d´un autre été, l´aprés-midi” de Yann Tiersen
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5 comments:
Llega un momento en que no te puedes fiar ni de tus recuerdos. A mi, después de vestirse de viejos amigos, más de una vez me han dejado tirado y sin dinero.
Bonito texto.
Me desesperas
no te preocupes, los palacios levantados en la imaginación son más reales y más duraderos que los encontrados en la realidad..
la imaginación es refugio y tranquilad, el resto sólo huida.
La prodigiosa fuerza de la mente: ¿hasta y en qué punto podemos decir que se confunde la visión de la realidad con la realidad misma?
Que sea una guía de tu museo particulas o un parto de tu mente fructífera, ha sido una gozada leerlo.
Los recuerdos pueden existir de nuevo, actúa
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