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¿Y a ti aún te cuentan cuentos?

 

En breves intantes...

Siempre he preferido los momentos previos. Esos instantes donde el futuro próximo se asoma al abismo en la boca de tu estómago y se te ahogan los pulsos con el aliento contenido. Siempre han estado en lo más alto de mi lista de adicciones, por encima incluso del café, las cerezas y los regalices rojos.

Además, los momentos previos siempre son injustamente tratados. Todos nos acordamos de ese beso, del calor de los labios ajenos, del sabor dulzón de la saliva densificando los minutos posteriores para que el tiempo pese más de la cuenta y no pueda caminar en condiciones. Ese beso acapara las memorias y luego nadie recuerda las miradas de soslayo hasta que una se enmaraña en las pupilas y te impide mirar más allá, nadie rememora los latidos acelerándose de manera inversamente proporcional a la distancia que os separa, el primer roce, ese segundo eterno donde caben todas las posibilidades y el instante siguiente donde todo es inevitable, y lo sabes, pero aún así se te agota el aire en los pulmones en la espera, justo antes de todo lo demás. Luego sí, vendrán los besos, los cuerpos y las miradas sin excusa. O puede que se rompan todos los caminos y te quedes sola en un cruce mal señalizado.

Existen cientos de momentos previos, el que se registra segundos antes de que caiga la ropa por su propio peso a un suelo desierto de frío, cuando una buena noticia se te dibuja en los labios y sonríes a su destinatario a punto de alegrarle el día o cuando esperas, en una tarde de invierno, y le descubres entre la gente acercándose, sin saber si mirarte y hacerte un gesto o colgar la mirada de los ventanales. Existen incluso los minutos previos al desastre, el mundo bajo tus pies justo antes de ese “pero” que te pone a ti bajo los pies del mundo, cuando todo suena tan bien que te da miedo sonreír, te da miedo, como mal fario, gritar por las calles que todo encaja un segundo antes de que suene el teléfono y lo cojas y el sol se convierta en una amalgama de cristales rotos.

Casi todo es posible en esos instantes donde sólo aciertas a intuir lo que vendrá. Eso, lo que vendrá, será sin duda lo que atesoren todos. Yo guardaré en una caja especial, a prueba de mañanas, todos y cada uno de mis momentos previos, inalterables a pesar del tiempo.

P.D. Como los instantes previos a ésta, mi entrada 201 :)
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At 3:31 p. m., Anonymous Anónimo said...

Pues nada, enhorabuena por la cifra, y que haya muchos momentos previos de los buenos. Y que yo los vea!    



At 5:16 p. m., Blogger Andrómeda said...

Lo difícil es distinguir si cada instante es un momento previo o posterior.

Un saludo    



At 7:16 p. m., Anonymous Anónimo said...

Heces bien guardando los momentos previos malos pues ellos también te han llevado a donde estás y a ser quien eres, alguien especial, aunque no guardes tortitas para los amigos.    



At 2:36 a. m., Blogger jocalouri said...

Los regalices rojos son baratos, están muy buenos y no traen consecuencias (con una higiene bucal adecuada y si no se padece diabetes). Además, si compras mitad y mitad, rojos y negros, y los vas intercalando, se disfrutan aún más.
Estaría bien que fuesen nuestro único enganche, nuestra única aspiración.    



At 6:12 a. m., Anonymous Anónimo said...

A veces pongo tanto en los momentos previos, que se me olvida la vida que hay detrás de ellos. Gracias por volver.
Un abrazo.    



At 11:41 p. m., Blogger Elena -sin h- said...

jesus los habrá seguro! y tomaremos muchas cervezas para contarnoslos!

Andrómeda a veces ni siquiera importa demasiado...

P hay que guardarlo todo para que los amigos te ayuden luego con las mudanzas ;)

jocaluri si quitamos los negros (esa aberración que algunos llaman regalices :P) estoy totalmente de acuerdo contigo ;)

Laura la cuestión es poner lo adecuado en cada momento pero en eso no puedo ayudarte demasiado...yo nunca logré hacerlo!    



At 11:21 p. m., Blogger Didac Udagoien said...

... el último resquicio de los sueños.    



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